CAPÍTULO 33

​El veneno de la arpía

​A cientos de kilómetros de la estéril agonía del hospital, Cassandra Hamilton se movía por su ático de Park Avenue como una pantera en una jaula. El champán en su copa de cristal Baccarat había perdido su efervescencia, un reflejo de su propio descontento.

 La noticia de que Alexander había terminado definitivamente con el "acuerdo con los Hamilton" para casarse de verdad con esa sustituta barata, había sido una humillación pública, una afrenta a su estatus.

Pero más que eso, para Cassandra Alexander sólo había sido un accesorio poderoso, pero predecible. Su frialdad era un espejo del  suyo propio. Nunca lo amo. Su relación era un acuerdo beneficioso para la familia Hamilton. Y para ella, Alexander significaba poder y dinero ilimitado.

​Su teléfono vibró sobre la mesa de mármol. Un número desconocido. Normalmente lo ignoraría, pero la curiosidad, su vicio más agudo, la venció.

​—¿Diga? —su to