El Rugido del Dragón 

​CAPÍTULO 36

El Rugido del Dragón

​El aire en la habitación de Samantha seguía cargado con la electricidad residual de la confrontación. Alexander sentía el temblor en sus manos no como una debilidad, sino como el zumbido de un motor sobrecargado.

Había rugido contra el titán que lo había creado, y el eco de ese rugido ahora definiría su mundo.

Volvió a sentarse, tomando la mano de Samantha con una delicadeza que contradecía la violencia de hacía unos momentos. La tormenta exterior podía desatarse; aquí dentro, en este santuario estéril, él sería la calma.

​—Se ha ido, mi amor —susurró, su voz ronca por la adrenalina—. Y no volverá a acercarse a nosotros. Te lo prometo.

​Pasó las siguientes horas en un limbo funcional. Coordinó con las enfermeras, escuchó con atención las actualizaciones de los neonatólogos y se negó a moverse. El doctor Ramírez, un hombre de mediana edad con ojos cansados pero amables, se convirtió en su únic
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