CAPÍTULO 11
El Nido de la VíboraLa puerta del coche se abrió y un valet con una sonrisa forzada los recibió.Samantha deslizó su mano de la de Alexander, pero el rastro de su toque permaneció como una chispa cálida en su piel.Él bajó primero, un pilar de traje oscuro y poder silencioso. Luego, extendió su mano hacia ella. Samantha la tomó, y por un instante, Alexander se encontró observando su rostro, buscando un indicio de la máscara de serenidad que llevaba.Pero solo encontró una determinación inquebrantable.La fachada de la mansión Hamilton era un despliegue de opulencia, un castillo de piedra pulida y ventanales que proyectaban una luz dorada y cálida sobre el camino.El zumbido de la élite de San Francisco llenaba el aire, un murmullo de risas, copas tintineando y conversaciones superficiales que ocultaban intrigas y alianzas. Era el hábitat natural de Alexander, pero esta noche, todo se sentía