CAPÍTULO 18La Verdad bajo las escamas de aceroEl eco de la última palabra de Alexander —cueva— pareció vibrar en el aire del gran vestíbulo.Se quedaron mirándose de pie en la base de la majestuosa escalera, con las manos de él todavía aferradas a las de ella. Samantha podía sentir el poder latente en él, la adrenalina de la batalla ganada, una energía tan potente que era casi tangible. Vio al rey que había hecho temblar a sus enemigos, pero también vio al hombre que había vuelto temprano a casa para explicárselo a ella, que la había hecho partícipe de su guerra y de su victoria.Samantha levantó una mano temblorosa y le rozó la mandíbula. La piel áspera por la sombra de la barba de la tarde se sentía bajo su palma. Fue un gesto instintivo, una necesidad de conectar con el hombre más allá del formidable y temido CEO.Bajo su toque, sintió que el músculo de su mandíbula se relajaba. Los ojos de Alexander, que