Kathy y sus amigas están dispersas por el suelo del estudio, libros y cuadernos abiertos. Las ayudo con las fórmulas, con los conceptos, pero mi mente está en otra parte. Cada vez que escucho un ruido en la entrada, el corazón se me acelera. ¿Será él?
Las horas pasan. Jesús no llega.
—Ojalá se hayan demorado porque les está yendo bien— comenta Kathy mientras subraya un texto, sin levantar la vista—. Mamá dijo que iban a cenar solos. Algo sobre "recuperar el tiempo perdido".
El bolígrafo se me resbala de los dedos. Recuperar el tiempo perdido. Claro. Porque son marido y mujer. Porque tienen una vida juntos que no incluye a nadie más.
Las amigas de Kathy se van una a una, dejando atrás migajas de galletas y vasos vacíos. Ayudo a recoger en silencio, escuchando el tictac del reloj de pared.
Y entonces, la puerta se abre.
Claudia entra primero, su risa cortándose en seco al verme. Jesús está detrás, y su expresión se endurece por una fracción de segundo antes de volverse impen