La puerta de mi apartamento se cierra con un golpe sordo detrás de nosotros. Jesús no espera ni un segundo antes de encenderse como una tormenta.
—¿Nueva Gerona? —repite, su voz como cristales rotos bajo sus pies—. ¿Esa es tu solución? Huir como una niña asustada.
—¡No soy una niña! —le escupo, mis manos temblando a los costados— Eres como una droga para mí, Jesús. Necesito desintoxicarme.
Sus ojos oscuros brillan con algo peligroso. Avanza hacia mí, pero no retrocedo.
—¿Por qué le tienes tanto miedo a esto? —pregunta, señalando entre nosotros—A lo nuestro.
—¿Lo nuestro? —Una risa amarga se escapa de mis labios—No tenemos nada. Tienes una hija que me llama amiga. Tienes un divorcio que ni siquiera has iniciado oficialmente.
—Mi matrimonio murió años antes de conocerte —gruñe, sus manos en puños.
—¡Pero Kathy no lo sabe! —grito, las lágrimas quemándome los ojos—. Y aunque funcione entre nosotros, aunque todo salga perfecto, todos me verán como la amante trepadora que se a