El auditorio está medio vacío cuando Adriana termina su presentación. Sofía se desliza en el asiento junto al mío con una sonrisa que no promete nada bueno.
—Parece que hiciste buenas migas con Daniel —comenta, jugueteando con su collar de conchas —Qué rápido trabajas.
—Es un buen chico —respondo sin mirarla, guardando mi cuaderno —Nos hicimos amigos.
Sofía suelta una risita.
—Qué suerte tienes, hipnotizando hombres sin siquiera intentarlo.
No me molesto en responder. Recojo mis cosas y me dirijo al lobby, donde el aire acondicionado golpea mi piel caliente por la incomodidad.
Daniel aparece como por arte de magia, con dos piñas coladas que brillan bajo la luz del atardecer.
—Para la dama —dice con una reverencia exagerada.
—Si sigues a mi lado, vas a espantar a todos tus prospectos —bromeo, aceptando el vaso.
Daniel se encoge de hombros, sus ojos verdes brillando de diversión.
—Mi único prospecto me espera en casa.
Nos sentamos en unos sillones junto a la ventana,