104.
KAYNE
Abro los ojos con pesadez, como si nada en mi cuerpo, fuera mío ahora. Siento que recibí las peores de mis palizas, como en esos días que vivía siendo un exiliado en las tierras más frías y mortales del Reino.
No sé en dónde estoy, que ha sucedido, cuántas horas estuve dormido. Todo lo que puedo ver es un techo viejo de madera y muchas hierbas colgadas de él.
—Kayne, por fin despertaste.
—Tia…— la voz me salió gruesa, rasposa, tratando de levantarme a pesar del dolor, — Aurora, ¿dónde está ella?
Gasas blancas cubren mi estómago, costado, incluso mis brazos y piernas.
La pelea con mi padre fue dura, pero había algo diferente, y ver las vendas manchadas de sangre me dice que nisiquiera me he estado curando.
Pero más allá del dolor, de lo que me ocurre, no abandono el pensamiento de saber donde esta mi hembra, mi compañera.
—¿Dónde está?
Respiro agitado, esperando una respuesta, una que no llega, todo lo que veo es el rostro abatido de mi tía que comienza a negar.
No, no, ella está