Habían pasado dos días desde aquella conversación nocturna. Dos días en los que el silencio dentro de la mansión D’Alessio parecía tener filo. Fernando caminaba poco, hablaba menos y observaba su teléfono como si fuera una bomba a punto de explotar. Marcos tampoco estaba tranquilo; cada vez que podía, se escapaba de la oficina solo para confirmar si había novedades.
Hasta que esa tarde, mientras Marcos revisaba unos informes distraído, escuchó pasos apresurados. Luego, la puerta del despacho se abrió de golpe.
Camilo entró jadeando, el celular aún en la mano y una expresión que Marcos jamás le había visto: una mezcla de triunfo… y furia.
—Lo tenemos. —dijo sin rodeos.
Marcos se puso de pie de inmediato, y su dolor reciente no impidió que su corazón se acelerara con violencia.
—¿Dónde está?
Camilo tragó saliva, como si la noticia le supiera amarga.
—En Italia, Marcos.
En una ciudad llamada Bologna… trabajando como cirujano.
Marcos sintió que la sangre le hervía.
Cirujano.
Viviendo tran