Capítulo 208: Promesas al anochecer.
El ambiente estaba impregnado de una calma tibia, casi etérea, que solo se rompía por el leve parpadeo de las velas. Afuera, la noche se deslizaba silenciosa entre las sombras de la ciudad, y dentro de aquel apartamento, la risa de Isabella aún flotaba en el aire después de la confesión que los había dejado entre asombro y alivio.
Marcos la observaba con una mirada serena, diferente, como si un peso invisible se hubiera desvanecido de sus hombros. En su rostro aún brillaba la sonrisa de un hombre que, por fin, creía tener el control de su destino.
Se acercó lentamente, sosteniendo una copa de vino, y le dijo en un tono cálido:
—Quiero que esto sea el inicio de algo real, Isa. Por fin puedo mirarte sin sentir culpa, sin tener que esconder lo que siento.
Ella lo miró, con esa mezcla de ternura y desconcierto que lo desarmaba. Su corazón latía rápido, porque aunque la felicidad le recorría las venas, algo en su interior la hacía dudar. No podía entender por qué sentía una punzada extraña