Tres meses habían pasado desde aquel día en que Isabella y Marcos firmaron el divorcio, creyendo que con esas firmas liberaban las ataduras del pasado. En realidad, no sabían que lo que habían sellado era el comienzo de una historia nueva, más peligrosa y más profunda.

Durante ese tiempo, ambos siguieron viéndose a escondidas, viviendo su amor entre susurros y encuentros breves. Eran tres meses de citas secretas, de mensajes que debían ser borrados, de miradas robadas entre pasillos y reuniones de trabajo donde fingían ser dos simples colegas.

Para el resto del mundo, Marcos era el empresario disciplinado, distante, el hombre que solo pensaba en sus negocios. Isabella, la mujer reservada, discreta, que mantenía su elegancia intacta y nunca mezclaba lo personal con lo laboral. Pero entre ellos, el fuego seguía encendido, cada día más intenso, cada beso más difícil de contener.

Aquella tarde, el sol ya se escondía detrás de los ventanales de la empresa. El reloj marcaba las ocho y el ca