La luz de la mañana se filtraba suavemente a través de los ventanales de la mansión, iluminando el salón con un brillo cálido y dorado. El aroma a café recién hecho y pan tostado flotaba en el aire, pero la atmósfera parecía incompleta. La mesa estaba servida, con el desayuno dispuesto de manera impecable, como siempre lo hacía Marcos, pero la silla frente a ella estaba vacía.
Victoria bajó por las escaleras con paso calmado pero atento, notando de inmediato la ausencia de Marcos. Sus ojos recorrieron la mesa y vieron la comida intacta, aún humeante, como si alguien la hubiera dejado preparada y luego se hubiera ido apresuradamente.
—Se fue sin desayunar —dijo una voz detrás de ella, y Victoria se giró para ver a Camilo acercándose con tranquilidad, su andar relajado pero atento. Se sentó frente a ella, cruzando las piernas mientras tomaba un sorbo de café—. Parece que estaba apurado esta mañana.
Victoria frunció el ceño, un poco sorprendida y al mismo tiempo irritada. Su mirada se ce