La mansión permanecía sumida en un silencio que parecía pesado, casi opresivo, como si cada rincón guardara el eco de la reciente confrontación. Victoria estaba sentada en el gran salón, con la mirada fija en la chimenea apagada, los dedos entrelazados sobre las rodillas, mientras intentaba controlar la respiración que todavía se aceleraba. Cada golpe de su corazón le recordaba la intensidad del enfrentamiento con Marcos, y cada sombra proyectada por la luz tenue de las lámparas parecía darle vida a sus pensamientos.
Fue entonces cuando la puerta principal se abrió con un suave clic, y Camilo bajó las escaleras con la tranquilidad de alguien que conocía la casa a la perfección. Sus pasos resonaban sobre el mármol, pero su mirada estaba cargada de curiosidad y alerta, como si percibiera que algo estaba fuera de lugar.
—¿Qué estaba pasando aquí? —preguntó en voz alta, deteniéndose en la base de las escaleras, mientras observaba la escena frente a él. Su tono tenía un dejo de sorpresa y