La oficina estaba en completo movimiento esa mañana. Carpetas apiladas por un lado, documentos dispersos por la mesa y un vaivén constante de asistentes y personal que trataba de mantener todo en orden. Charlotte caminaba de un lado a otro, revisando horarios, acomodando papeles y asegurándose de que cada reunión de Marcos D’Alessio estuviera perfectamente organizada. Su respiración se aceleraba con cada minuto que pasaba, y su frente empezaba a mostrar líneas de tensión.
Mientras colocaba un conjunto de carpetas junto a la mesa de reuniones, levantó la vista y notó que Marcos estaba detrás de ella. Su porte siempre había sido imponente, pero esa mañana había algo diferente: la mirada fría y penetrante que ahora la estudiaba detenidamente la hizo detenerse en seco. Charlotte sintió cómo un escalofrío recorría su espalda. Su corazón se aceleró; no era fácil mantener la compostura frente a Marcos cuando tenía esa expresión que parecía atravesar hasta el alma.
—Charlotte… —dijo Marcos co