El sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas de la mansión, pintando la habitación con tonos dorados y suaves. Fernando se había levantado antes que todos, moviéndose con sigilo para no interrumpir el descanso de Leo. Su mente estaba concentrada en un solo objetivo: asegurarse de que Isabella empezara el día con fuerza y tranquilidad.
Se dirigió a la cocina con pasos medidos, la luz de la mañana iluminando apenas los contornos de la amplia estancia. Abrió los gabinetes, seleccionó cuidadosamente los ingredientes para un desayuno completo y nutritivo: fruta fresca, pan integral recién horneado, huevos revueltos y jugo natural. Pero lo más importante, no podía faltar la taza del caldo especial que había preparado el día anterior, aquel que combinaba recuerdos de su infancia con el cuidado y la ternura que solo él podía darle.
Mientras colocaba cada elemento en la bandeja, Fernando repasaba mentalmente cómo se aseguraría de que Isabella pudiera comer sin esfuerzo. Ajustó serville