Marcos se recostó pesadamente en el respaldo de su silla, cruzando los brazos con fuerza y frunciendo el ceño mientras su mirada se clavaba en el techo de su oficina. Cada vez que pensaba en Isabella y en cómo Fernando estaba con ella, un fuego interno crecía, mezclando frustración, celos y un extraño sentimiento de impotencia. La idea de que Isabella no estuviera enferma realmente, que tal vez solo había decidido pasar el día con Fernando para recibir su cuidado, lo enfurecía de una manera que no podía controlar.
Se levantó abruptamente y comenzó a caminar de un lado a otro, cada paso resonando con firmeza sobre el suelo de la oficina. “¿Cómo es posible…?”, murmuraba entre dientes, sin poder contener el torbellino de emociones que lo consumía. Su mente no dejaba de imaginar escenas: Fernando sirviendo el caldo, ayudándola a bañarse, acomodando las sábanas, sosteniéndola mientras tomaba la bebida caliente… Cada detalle le quemaba como si lo estuvieran atravesando con una aguja invisib