El lunes amaneció con un cielo ligeramente nublado, como si el universo mismo reflejara el peso que Isabella llevaba dentro. Caminaba por la acera frente al edificio de la empresa con un paso más lento de lo habitual. Su mente estaba atrapada entre la noche anterior, el observatorio, las estrellas y, sobre todo, la historia que Fernando le había contado. Cada vez que pensaba en lo que había sucedido entre Fernando y Marcos, un escalofrío recorría su espalda, y una mezcla de tristeza y desconcierto la invadía.

Al entrar al lobby de la empresa, la familiaridad del espacio no logró tranquilizarla. Los ruidos cotidianos de los empleados, las conversaciones al pasar, los pasos apurados, todo le parecía distante, como si ella estuviera en otra dimensión. Su mirada se desvió hacia la oficina de Marcos, donde vio su silueta al fondo. Lo observó unos segundos, intentando procesar la imagen que tenía de él hasta ese momento y la versión dolorosa y conflictiva que Fernando le había revelado.

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