Isabella entró silenciosa a su hogar, todavía con la brisa fría de la noche rozando su rostro y el eco de las palabras de Fernando resonando en su mente. Cerró la puerta con cuidado, como si temiera que cualquier ruido pudiera romper la frágil burbuja de emociones que la envolvía. El ramo de flores descansaba sobre la mesa de la sala, y ella apenas lo tocó; su atención estaba absorbida por la mezcla de sentimientos que le oprimía el pecho.
Se dejó caer en el sofá, cubriéndose con una manta ligera, y por primera vez en horas permitió que su cuerpo y su mente respiraran. El recuerdo de lo que Fernando le había revelado aquella noche en el auto la golpeaba con fuerza. Cada palabra, cada gesto, cada silencio que compartieron durante el trayecto hacia el observatorio había abierto una puerta que Isabella no sabía cómo cerrar. La verdad sobre Marcos, sobre Adrián, sobre la traición y la injusticia… todo eso se entrelazaba con su propia confusión interna.
Su corazón latía con fuerza, como si