Stephan
Mis manos encontraron su piel caliente y se retorció, bajo la presión de mi cuerpo.
—¿Qué estás…? —Consiguió decir confundida, antes de que metiese mi lengua en su boca y deslicé mis manos por su espalda, debajo del jersey.
—Demasiada ropa —le ayudé a quitarse el jersey y la camiseta, de un solo tirón —. Así está mucho mejor —desabroché el sujetador, para lanzarlo sobre el resto de la ropa y tomé sus pechos generosos en mis manos, sin dejar de observar como cerraba los ojos al sentir mi contacto.
La sujeté con cuidado, tocándola apenas y recorrí su piel con la punta de los dedos en un movimiento circular que se fue acercando más y más al centro. Entonces, me incliné, la besé suavemente en el cuello, y froté los índices contra las puntas apretadas.
Y Oriana se arqueó en respuesta, en busca de más.
—Ohh… Stephan, hazlo de nuevo —susurró y no pude hacer otra cosa que obedecer.
Acaricie una y otra vez sus pezones tensos, en tanto incrementaba poco a poco la presión. Mientras mi