Stephan
¡Carajo!
No había logrado contenerme y me arrepentía.
Aunque tampoco esperaba poder hacerlo en un futuro, porque Napoleón seguramente no deseaba tomar Rusia, tanto como yo quería follarme a la mujer que rescaté de las garras de tres asesinos.
No podía dejar de pensar en los gemidos ahogados y sollozos de placer, que le arranque con solo tocarla. Eso me nublaba el juicio y me costaba tenerla cerca sin repasar mentalmente todas las cosas que quería hacerle.
Pero no había tiempo, debía terminar con mi tarea, cobrar lo que me correspondía y entonces, podría sacarla de allí. Porque no quería que nada le ocurriese a la mujer que me hizo un pastel y mostró un interés genuino por escucharme.
Nadie antes intentó descubrir quién era en realidad.
Desde que tenía memoria, todos querían algo de mí y cuando crecí lo suficiente. Me convertí en un arma, un instrumento, un cuerpo, una polla grande que sabía dar placer.
Nunca nadie me trató como un ser humano completo que pensaba y sentía, adem