La nave estaba en silencio, excepto por el leve zumbido de los sistemas intentando autorrepararse. Alea y Eryon habían regresado apresuradamente después de enfrentarse al guardián y activar el transmisor. Ahora, la información obtenida del monumento brillaba en las pantallas del tablero principal.
Alea se inclinó sobre los datos, su ceño fruncido mientras intentaba interpretar lo que veía. —Este mapa... —murmuró, señalando una proyección holográfica—. Parece que hay varios transmisores como este esparcidos en diferentes planetas. Eryon estaba sentado a su lado, con su brazo mecánico extendido sobre la mesa mientras realizaba ajustes. Aunque parecía concentrado, Alea podía sentir la tensión en su postura. —Tiene sentido. Si esta red fue diseñada para sobrevivir, necesitaba redundancia. Ella lo miró de reojo, notando cómo evitaba establecer contacto visual. —¿Qué es lo que no me estás diciendo? É