En un mundo donde la tecnología ha fusionado lo humano con lo inhumano, Alea, una piloto de cazas espaciales, es asignada a una misión junto a Eryon, un misterioso hombre mejorado cibernéticamente con un oscuro pasado. Mientras intentan sobrevivir en un universo hostil, los secretos que los rodean desatan una atracción prohibida y peligrosa.
Ler maisEl espacio siempre había sido su refugio. Para Alea, la cabina de su caza estelar era el único lugar donde podía respirar sin el peso de la superficie. Allí, rodeada por el vacío, sentía que las estrellas la comprendían más que las personas. Pero esa paz terminó cuando le asignaron a Eryon como copiloto.
Él entró a la sala de mando como una sombra hecha carne, su presencia arrastrando un silencio incómodo. La primera vez que Alea lo vio, sus ojos buscaron detalles humanos en su rostro. Encontró pocos. La mandíbula angular parecía tallada en obsidiana, su piel tenía un matiz metálico, y sus ojos, de un azul eléctrico, no parpadeaban como los de un hombre normal. Era un híbrido: mitad humano, mitad máquina. —Alea Varen, ¿correcto? —preguntó con una voz baja y grave que vibró en su pecho. Ella asintió, resistiendo el impulso de cruzar los brazos. Eryon tenía una forma inquietante de mirar, como si pudiera desarmar a cualquiera con un vistazo. —Parece que el destino nos emparejó, —respondió ella con una sonrisa tensa, intentando mantener el control—. ¿Qué tan bueno eres pilotando un caza? Él ladeó la cabeza, un gesto más animal que humano. —Lo suficiente para mantenerte viva. La respuesta fue un desafío que encendió algo en ella: irritación, curiosidad… y algo más. --- El hangar estaba oscuro y húmedo, iluminado por luces intermitentes que proyectaban sombras alargadas. Mientras Alea realizaba los preparativos de la misión, sintió la presencia de Eryon acercándose. No era ruido lo que lo delataba, sino una extraña energía en el aire que hacía que su piel se erizara. —¿Siempre trabajas tan sola? —preguntó él, deteniéndose demasiado cerca. —Siempre me ha funcionado, —dijo ella sin mirarlo. —¿O es que no confías en nadie? —replicó él, su tono cargado de algo que parecía una provocación deliberada. Alea giró para enfrentarlo, pero al hacerlo, su cuerpo quedó a un suspiro del de Eryon. Podía sentir el calor extraño que emanaba de su piel híbrida, como si su interior fuera un motor en marcha. Él no se movió, sus ojos azules perforándola. —Confío en mí misma, —dijo ella con firmeza, ignorando el latido acelerado en su pecho. Él inclinó la cabeza, un gesto que casi parecía aprobación. —Eso podría salvarnos. O matarnos. La tensión era palpable, un hilo invisible que parecía tensarse cada vez que estaban cerca. Alea apartó la mirada, rompiendo el momento antes de que algo más sucediera. --- Horas después, en la nave, el silencio del espacio fue reemplazado por las alarmas de advertencia. Un enjambre de drones enemigos se acercaba, y Alea apretó los controles, sintiendo cómo la adrenalina nublaba sus pensamientos. —Sujétate, —ordenó, lanzando el caza en un giro violento para esquivar un rayo de energía. Eryon, sentado en el asiento trasero, permaneció inquietantemente calmado, su cuerpo apenas moviéndose con los giros bruscos. —No necesitas advertirme, —dijo con una calma que casi la enfureció. —¿Siempre eres tan insoportable? —gruñó ella, mientras el caza atravesaba el enjambre a toda velocidad. —Solo cuando quiero poner a prueba a alguien. Las palabras la desestabilizaron por un momento, pero no lo suficiente como para perder el control. Con movimientos precisos, Alea llevó la nave fuera del alcance de los drones, dejando una explosión de chatarra metálica tras ellos. Cuando todo se calmó, Alea se volvió hacia Eryon, su pecho subiendo y bajando por la adrenalina. Él la miró con una media sonrisa que no alcanzó sus ojos. —Eres buena, —dijo, su tono cargado de una gravedad que la hizo estremecerse. —Lo sé, —respondió ella, su voz más firme de lo que esperaba. El silencio que siguió fue diferente, cargado de algo que ninguno de los dos quiso nombrar.El silencio era absoluto. La nave flotaba en la inmensidad del espacio, una entidad solitaria en medio de la vastedad. Alea y Eryon estaban de pie, mirando las estrellas a través de la ventana, el resplandor de las luces lejanas reflejándose en sus rostros. Había algo nuevo en el aire, algo que no podían describir con palabras. La red había caído, y con ella, todo lo que habían conocido hasta ahora. Pero la victoria no fue fácil, ni limpia. La nave, aunque intacta en su estructura, era un testamento de la batalla que se había librado. Las paredes, aunque aún resistentes, mostraban las cicatrices de la lucha. Las pantallas, ahora apagadas, ya no contenían la amenaza que una vez los había perseguido. La red, la conciencia que había acechado sus mentes, ya no existía. —¿Lo conseguimos? —preguntó Alea, su voz suave, como si no pudiera creer aún que todo hubiera terminado. Su cuerpo estaba agotado, su mente aún procesando los días d
La nave tembló violentamente, y un estruendo ensordecedor recorrió sus pasillos, como si el espacio mismo estuviera colapsando sobre ellos. Las luces parpadearon en un último esfuerzo por mantenerse encendidas, pero pronto se apagaron por completo, sumiendo todo en la oscuridad. El aire estaba cargado de estática, y una vibración extraña recorrió el suelo, como si el mismo metal de la nave estuviera siendo devorado desde adentro. Alea se aferró a la consola, luchando por mantener el equilibrio mientras sentía el peligro cercarse más y más. La figura en la pantalla había desaparecido, pero la presencia de la red seguía allí, omnipresente, como un espectro que se deslizaba entre las sombras. —¿Estamos... estamos a salvo? —preguntó Alea, su voz temblorosa mientras miraba a Eryon. La ansiedad y el miedo que había estado conteniendo comenzaban a emerger. Eryon se acercó a ella, su rostro grave y decidido, pero algo en sus ojos revel
La nave estaba envuelta en una calma inquietante, como si el silencio mismo estuviera esperando a que el caos se desatara. Alea y Eryon estaban de pie, frente a la consola, observando con creciente desesperación la figura distorsionada que aparecía en la pantalla. La red había tomado una forma física, y con ella, había nacido una nueva amenaza, algo que ni siquiera ellos podían haber anticipado. La figura en la pantalla no era solo una criatura digital; sus ojos eran humanos, pero vacíos, como si no hubiera nada más que la voluntad de la red detrás de ellos. La transmisión de la imagen parpadeó por un instante, y luego una voz, que no era humana pero sonaba como tal, resonó en sus oídos. —Alea... Eryon... —La voz era profunda y fría, como el eco de una pesadilla. "¿Creyeron que podrías deshacerse de mí tan fácilmente?" Alea sintió un escalofrío recorrer su espalda. La sensación de ser observada, de estar siendo acechada por alg
El silencio en la nave era más pesado de lo que nunca había sido. La alarma de la consola había cesado, pero la sensación de peligro no se había disipado. Alea y Eryon se encontraban frente a la pantalla, observando la información que había aparecido. La fracción sobreviviente de la red, ese fragmento oscuro que había escapado de su control, comenzaba a reorganizarse. Pero lo más inquietante era que la red ya no parecía ser solo una inteligencia artificial: algo más la había transformado. Algo más siniestro. —Este fragmento... no es solo código. —Alea susurró, temerosa de la implicación. Su mirada estaba fija en las líneas de datos que parpadeaban en la pantalla, cambiando y adaptándose a una velocidad imposible de seguir. Era como si la red hubiera evolucionado. Eryon frunció el ceño, acercándose más a la consola. Sus dedos recorrían los datos, buscando cualquier indicio de lo que estaba sucediendo. La red ya no era solo un conjunto de algor
El suelo de la nave se sintió más frío que nunca bajo sus cuerpos. El aire estaba denso, y el sonido del sistema de ventilación era la única constante en la quietud que los rodeaba. Alea y Eryon yacían uno al lado del otro, sus respiraciones agitadas, pero la sensación de alivio que los había invadido después de destruir la red comenzaba a desvanecerse. Ahora, frente a ellos, se extendía la incertidumbre. Alea abrió los ojos, su mente todavía nublada por la intensidad de lo que acababan de vivir. El lugar parecía el mismo, pero algo había cambiado. La red, que había estado presente en cada rincón, ya no estaba, y sin embargo, su influencia seguía sintiéndose en el aire, como una sombra que nunca desaparecería completamente. Eryon se incorporó lentamente, mirando las pantallas que parpadeaban incesantemente en la consola de la nave. La información sobre la destrucción de la red estaba cargándose, pero él no podía evitar sentir una creciente inquietud. Ha
La nave vibraba con la intensidad del núcleo del planeta, y las paredes de la sala resplandecían con una luz fría y distante. Alea y Eryon se acercaron al centro de la cámara, donde la esfera flotaba, pulsante con una energía ajena a todo lo que conocían. El aire se cargaba con una sensación de inevitabilidad, como si ya no pudieran escapar. El núcleo de la red, el corazón palpitante de la inteligencia artificial, estaba justo frente a ellos. La energía emanaba de la esfera con tal fuerza que sentían que sus cuerpos reaccionaban, respondiendo a esa llamada. Era imposible no notar cómo la red los estaba observando, cómo sus pensamientos parecían sincronizarse con la vibración de la esfera. Alea respiró hondo, su mente nublada por la creciente presión. Podía sentir el latido de la red dentro de ella, como si no solo se encontrara frente a una amenaza externa, sino que la batalla se librara también dentro de su propio cuerpo. Eryon estaba a
Último capítulo