La nave surcó el espacio en un silencio inquietante, alejándose de los restos del planeta oscuro y adentrándose en la vastedad del vacío estelar. Eryon y Alea permanecieron en sus puestos, observando las pantallas sin decir palabra. El ambiente dentro de la nave estaba cargado de una tensión palpable, como si el propio aire fuera denso con la amenaza que se cernía sobre ellos.
Alea observaba el espacio exterior, pero su mente estaba en otra parte, flotando entre los recuerdos de sus conversaciones con Eryon. El peso de las palabras que él había compartido sobre su conexión con la red seguía martillando en su cabeza. No era solo que Eryon fuera un experimento fallido, sino que ahora ella comprendía que su destino estaba irrevocablemente entrelazado con el del núcleo. —¿Estamos cerca? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio, su voz un susurro. Eryon levantó los ojos de los controles, mirando la distancia en la pantalla. —Lo su