NAHIA
Me quedo un instante paralizada en el pasillo, mis dedos rozando aún la pared fría como si el tacto pudiera conectarme a la realidad, mientras Salvatore avanza hacia mí, su paso medido, sus ojos deslizándose sobre cada detalle de mi rostro como para asegurarse de que entiendo bien que todo está bajo su control.
— Toma, dice, extendiéndome una tarjeta de crédito Gold, el metal frío resbala entre mis dedos, y siento inmediatamente el peso del dinero, de la libertad que nunca he tenido, de la tentación sutil pero imponente que me aprieta el pecho, puedes ir de compras con tu amiga, disfrutar un poco, y… añade suavemente, pero con esa seguridad que no tolera dudas, podrías aprovechar para dejar este trabajo de mesera, mi amante no trabaja.
Lo miro, incrédula, incapaz de ocultar la sorpresa que me atraviesa, mis pensamientos entrelazándose a una velocidad vertiginosa, porque no solo está el dinero, está esa elección que nunca he tenido, esa puerta abierta hacia una vida que nunca me