NAHIA
Sus dedos son ligeros contra mi mano, casi frágiles, y sin embargo este contacto me ancla más firmemente que todo lo que he sentido hoy, mi madre me mira como si quisiera recuperar todo el tiempo perdido, y en sus ojos brilla esa luz que creía apagada desde hace mucho tiempo.
— ¿Quién es él?
Su voz es suave, curiosa, sin la menor desconfianza, y sin embargo esta simple pregunta me atraviesa como una descarga, siento que mi garganta se aprieta, mis pensamientos se enredan, porque sé que no puedo decir la verdad, no puedo confesarle que el hombre que está allí, a dos pasos de la cama, no es mi salvador en el sentido que ella imagina, sino aquel que me ha moldeado, roto, poseído, hasta grabar su huella en lo más profundo de mí.
Abro la boca, lista para buscar una excusa torpe, un rodeo, una mentira que suene lo suficientemente verdadera para que ella se contente, pero no tengo tiempo.
— Soy su novio, dice él con esa voz baja y segura que no deja lugar a dudas, como si fuera una evi