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Romántica
Belinda Gonvel  Completo
goodnovel16goodnovel
9.9
40 Reseñas
51Capítulos
5.5Kleídos
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Resumen
Índice

Sinopsis

bxgDulceEmocionalJefe / CEOAmorRomanceDificultades

Ahora era el jefe mayoritario, el Sr. Maillard para todos. Y habiendo conseguido mis propósitos profesionales, era hora de continuar lejos de Londres. Pero yo seguiría siendo el jefe, aunque me alejara a otro lugar más soleado y cerca de mi hogar. Ahora, sentado en aquel vuelo de camino a casa, pensaba en el camino que estaría dispuesto a seguir para sentirme algo más como el Peter de siempre, esa versión de mí mismo que había llegado a extrañar. - ¡Ups, lo siento! - fue lo primero que oí de sus labios al rozar mi mano por error. Inconsciente aún de que aquel encuentro, aquella mujer, cambiaría mi mundo, para siempre.

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Último capítulo

  • Epílogo.

    Dos años habían pasado desde la noche de nuestro apasionado reencuentro. En cambio, ahora me tocaba regresar a un hogar vacío tras terminar una intensa jornada de trabajo. Debía admitirlo, en estos últimos días me había empeñado en alargarlas a conciencia, sobre todo porque necesitaba mantener mi mente ocupada intentando no estar triste por su ausencia. Olympia había vuelto a marcharse, dejándome una vez más en la más absoluta miseria. No era extraño para mí, que una mujer tan vital como Olympia, desease volver a su antigua rutina de viajes incesantes, idas improvisadas a distintos parajes del mundo, volviendo a ser fiel a su lado nómada y aventurero. ¿Y qué podría hacer yo para evitarlo? Nada. Porque así es el verdadero amor ¿no? Me tiré en el amplio sofá sin disimular mi agotamiento, quedándome absorto en el atardecer otoñal de las islas que comenzaba a teñir de un tono anaranjado la inmensidad del cielo, pero eso tan solo me hacía extrañarla un poco más, pues solo ella era q

  • 49. No te alejes, jamás (2)

    Las miradas se concentraron en el centro de la sala, algo más iluminada que los extremos ocupados por cuerpos sudorosos, llevados de pasiones que no conformes, la admiraban como una tentativa más, distrayendo a algunos, provocando a muchos otros, hombres y mujeres que suspiraban por saborearla. No obstante, yo supe apreciar que algo había cambiado en ella y su innata osadía, y no sabía bien cuánto, hasta que vi la actitud severa con la que Olympia reaccionaba a las tentativas de varios hombres que se acercaban con intención de poseerla. Lo confirmé mirando a Richy, a quien tampoco le pasó desapercibido aquel detalle, quedando atento, con el ceño fruncido y a la espera. Contestando sin palabras que, claramente, mi presentimiento no iba mal encaminado. Un último individuo la hizo luchar por zafarse, agarrándola con una lujuriosa brutalidad que parecía disgustarla, haciendo que me pusiera en pie automáticamente en alerta. La norma del Pandora era tajante en cuanto a la participación

  • 49. No te alejes, jamás (1)

    La semana había comenzado con grandes dosis de optimismo ante la noticia de volver a ver a Olympia, llevándome a esforzarme por mantener la espera como una etapa más antes de recuperarla. Así que me dispuse a organizar todo en nuestro hogar para su llegada y así mantenerme ocupado para soportar la ansiedad causada por el lento pasar de los días. Las mañanas, siempre cargadas de reuniones y nuevos proyectos para el inicio de la nueva temporada alta, que coincidía con la llegada del suave invierno subtropical, me ayudaba a pasar la mayor parte de la jornada alejado y sin notar la soledad de un hogar vacío como parte de mi marcada rutina. Mantenía el contacto con mi familia en esos momentos, o torturando a Richy casi a diario, sobre todo cuando me azoraba la angustia de que algún cambio de última hora alterara nuestros planes. Pero para nuestra suerte, todo seguía en pie y dispuesto para cuando llegase el día. —Saldrá bien ¿verdad amigo? —le insistía en esos momentos donde el tem

  • 48. Un atisbo de esperanza.

    —A ver guapetón ¿acaso crees que mi reinita me darías detalles a mí? Ella me conoce como si me hubiera parido, y sabe de sobra que soy una enamorada de la idea del amor. A pesar de adorarla y que, yo mismo le aconsejé que mirara por su propio bienestar. Cariño —prosiguió con sus explicaciones a modo de monólogo — ¿quién esperaría este cambio repentino en los acontecimientos? Ahora no me queda otra opción que ser tu cómplice, y eso también es lo que temería mi amiga. — ¡Pues piensa Richy! —insistí sin disimular mi desespero —, tiene que haber algo que se nos esté pasando por alto... —Ay —murmuró como en una tragicomedia —, quien me iba a decir a mí que en plena luna de miel iba a estar en modo detective súper sexy, en el rescate de una novia a la fuga... — ¡Richy! por favor —dije haciendo notoria mi acortada paciencia —, necesito que te tomes esto en serio... —Sí, sí, perdona es que mi marido en bañador me distrae demasiado —bromeó dramáticamente, a pesar de que yo no tuviera

  • 47. Su adiós.

    Avisté cómo nos acercábamos al alto edificio de apartamentos, ya iluminado al anochecer, con los nervios gobernando cada una de mis habituales acciones. Mario se mantenía callado, absorto en sus pensamientos, pero con la agitación plasmada en los repetidos movimientos espasmódicos de su pierna. Al menos, podía consolarme al saber que éramos cómplices a favor de enfrentarnos al delicado encuentro con la culpable de nuestro dilema. Entré al hall con paso firme y sin titubear, en dirección al ascensor, con mi acompañante intentando seguir el ritmo de mis pasos. — ¡Señor! —exclamó el conserje en su inglés nativo, llamando mi atención —. ¡Señor Maillard, le han dejado un mensaje urgente! Cesé mi avance bruscamente alertado por aquellas palabras y con el gesto impaciente, tomando el extraño papel que me mostraba para observarlo sin sentirme capacitado a leer su contenido. — ¿Quién ha sido? —pregunté con el desbocado latido de mi corazón resonando en mis oídos, haciéndome temer sa

  • 46. La prueba.

    Después de dos semanas sin cambios, la desesperanza era notoria en cada paso que daba. Mi vida se desmoronaba y me sentía prisionero de mis propias decisiones. Olympia se impacientaba, haciéndome ver sus dudas sobre mis verdaderas intenciones y mis sentimientos hacia ella. —Ya no lo sé —contestaba bruscamente tras escuchar mis promesas de amor a distancia —. El saber que ella está ahí, contigo. Tiene a tu bebé y eso les unirá para siempre. Yo... solo siento que estoy de más en esta historia Peter —confesaba con voz de derrota —. Ya no puedo seguir destruyéndome así... Un mar de incertidumbre nos alejaba, llenándola de inseguridades, apagando su habitual alegría y volviéndola más fría y distante conmigo. El pánico me invadía, pues conocía bien lo capaz que era Olympia de apartarme de su vida si eso significaba, poder aliviar el dolor que mi abandono le causaba. —No prometas nada —me interrumpía —, ya has roto demasiadas promesas en estos días... Y eso me mataba. Me sentía como

  • 45. La espera.

    —Wow, amigo, de verdad que no me puedo creer lo que me estás contando... Reaccionaba Henry al terminar de desahogarme con los últimos acontecimientos de mi vida. Tomé un largo trago de cerveza mientras sopesaba en qué más me podría ayudar mi amigo, además de servirme de hombro en el que llorar. —Ahora, debo conocer todos los detalles —continué —, ¿acaso llegaste a verlos juntos mientras yo presidía esta sede? —pregunté curioso, viéndole fruncir el ceño mientras lo pensaba. —Quizá... —concluyó encogiéndose ligeramente de hombros —, sé que Mario no perdía la oportunidad de salir con el equipo de trabajo, es muy posible que Gisela estuviera entre ellos. Pero jamás los vi juntos en las oficinas, ella siempre me pareció reservada. Al menos con los demás —concretó —, pues supe desde el primer momento el interés que tú le provocabas. Resoplé incómodo al comprender, que la fijación de Gisela por mí, siempre había sido un secreto a voces. —Pero algo debió pasar —insistí sin poder

  • 44. Mi nueva realidad.

    Tras escucharla finalizar, me atreví a contárselo. — ¿¡A qué te refieres con que no estarás en su boda!? —exclamaba Olympia sin controlar su genio, contestando a mi obligada negativa. —Pues, que estoy a tope y sabes que pronto debo viajar a Londres, son compromisos que no puedo trasladar de fecha o lugar —aclaré con desamparo, deseando poder evitar aquella eventualidad. Y entonces, Olympia desapareció de mi vista caminando precipitadamente hacia el balcón, haciéndome temer el estar sometiéndola a la peor prueba de fuego por mi amor. Sopesé un instante en silencio mis opciones: ¿sería capaz de apartarme de Gisela? ¿podría ser un padre en la sombra que la ayudara en la distancia, aportando tan solo, la pertinente manutención? Si Olympia me lo pidiera, lo haría, pues quizá, era la única opción que me quedaba para no perderla. No obstante, un sentimiento agridulce me contendría a actuar de ese modo con un inocente bebé, sangre de mi sangre. Suspiré agobiado, frotando mi frent

  • 43. Una vida casi perfecta.

    Durante las siguientes semanas y por estricta restricción médica, fuimos prisioneros de la lluviosa ciudad de Londres. Allí, mi tarea consistía en la ardua tarea de hacer que mi novia siguiera las pautas básicas para su recuperación. Muy a su pesar me esforzaba a diario en buscar entretenimiento para ambos, consiguiendo sosegar en ocasiones su habitual mal humor naciente de la inactividad y mi patente reticencia a consentir sus deseos en el plano sexual. "Por favor" me suplicaba en muchas ocasiones llevada por el anhelo apasionado que ambos sentíamos y que una vez más me esforzaba por controlar por miedo a lastimarla. Y sí, podría parecer estúpido viéndola tan recuperada y enérgica, jurándome insistente que ya no sentía ningún malestar. — ¿Estas, segura? —susurré reticente junto a sus labios y a punto de sobrepasar esa barrera de autocontrol que yo mismo me había impuesto. —Sí, por favor —decía tentándome nuevamente — no me hagas soportarlo más. Necesito todo de ti ahora mismo

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Gina Ferré
Muy bonita historia, recomendada!!
2022-08-17 20:29:18
1
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Lucy Avi
¡Una historia hermosa!
2022-07-22 07:23:53
1
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Liny D. Reina
Se ve bastante interesante, ¡felicidades!
2022-04-28 23:32:27
1
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Aura Cathartes
La añadí a mi biblioteca!!! Interesante historia!!!
2022-04-13 10:44:02
1
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Liz Portieles
me encanta el inicio de este libro
2022-03-16 01:37:16
1
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Evelyn Rabelo
Añadido a mi biblioteca!!!
2022-03-10 07:11:39
2
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Fer
increible historia, me encanta
2022-03-01 10:20:34
1
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Limberem
Digan lo que digan, está historia es maravillosa.
2022-02-04 11:56:38
1
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Taylor Mártin
muy interesante. lo leeré
2022-01-27 22:22:28
2
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Lgamarra
Recomendísima. ...... Me ha atrapado...
2022-01-14 22:35:56
2
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Calironi
que linda historia. Me gusta mucho
2022-01-12 20:11:26
1
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Jennyfer Sánchez R
Muy buena. ...... recomendada
2022-01-12 06:03:24
1
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Naths
interesante historia
2022-01-12 03:38:10
1
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Eridania J. Reinoso
Me encanta. Muy buena
2022-01-12 01:58:28
1
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DiegoAlmary
me gusta mucho, se ve muy prometedora.
2022-01-12 01:37:26
1
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51 chapters
Prólogo
Solo con ella/Belinda Gonvel
— ¡Señor Maillard! —gritó una voz que reconocí levemente casi sin aliento y acercándose rápidamente por mi espalda. Me volteé de inmediato en respuesta automática. Por supuesto, era quien ya suponía quien caminaba precipitadamente hasta mi posición. —Dígame señorita Smith ¿necesita algo? —contesté lo más formal que pude y formando una expresión desinteresada. —Bueno, disculpa Peter… —dudó ella al tutearme una vez más en aquella noche —. Solo quería agradecerte lo que has hecho por mí todo este tiempo, antes de que te marcharas, estos años han sido muy importantes para mí. Le sonreí complacido sin saber bien a qué se refería, queriendo rememorar si quizá, hubiese hecho algo especial por ella en los dos años que habíamos pasado siendo compañeros de empresa. No, nada especial se me venía a la cabeza. Así que supuse que simplemente era su manera de acercarse a mí con el halago más simple y común que se le pudo ocurrir. ¡Típico! Pero, ¿qué esperaba que yo hiciera? —No hay
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2. Unas horas antes...
Solo con ella/Belinda Gonvel
¡Ya era hora! Vitoreé del entusiasmo al cerrar la carpeta, allí ya estaba organizado y en orden de prioridad todo el papeleo que me había llevado gran parte de la mañana, y sí, al fin, aquella sería mi última reunión como jefe mayoritario de la cede central. No veía la hora de que llegara el día, el último en la sucursal londinense de SunBeach & Hollidays, la que consideraba mi empresa o, mejor sería llamarla, mi hogar. Sí, era una realidad, mi vida era todo, por y para el trabajo, al menos en los dos últimos años. Y gracias al incesante esfuerzo realizado, había escalado en la que ya era, una de las mayores empresas del sector turístico de toda Europa. — Jefe, ¿todo listo? —oía preguntar a Henry, asomando la cabeza por la puerta de mi despacho. —Sí, justo acabo de terminar, ¿ya llegaron todos? —pregunté para saber si era la hora de ir hacia la sala de reuniones. —Sí, señor. Creo que están tan nerviosos por su despedida que han llegado pronto —sonrió el chico. —
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3. ¿Despedida?
Solo con ella/Belinda Gonvel
Un poquito de orden era lo que necesitaba aquel despacho. Revisaría por segunda vez el no haber dejado documentos importantes fuera de mi carpeta, ni dejar atrás nada de lo que tuviera algún apego personal. ¡Listo! visto esto, ya no quedaba nada en aquel lugar que me retuviera por más tiempo. Una hora más tarde pude salir del edificio, queriendo cantar “Libre” de Nino Bravo, y agradeciendo el silencio de voces demasiado expectantes. La peor parte de haber recibido innumerables muestras de aprecio recargado, entre otras muchas apenadas despedidas que realmente no esperaba. Era hora de continuar con mi camino, aunque sabía que no podría desprenderme del todo del trabajo que aquella sucursal precisaba de mí. ¿¡Y qué joder!? Me animé voluntariamente, aquel era el momento de cumplir el siguiente nivel de mis expectativas. ¡Mente fría! se burlaba mi subconsciente, pues ¿quién sabe? Quizá desde aquel momento, todo podría cambiar a mejor.
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4. Cabronazo a la fuga.
Solo con ella/Belinda Gonvel
El sonido sordo de mi móvil me hizo abrir los ojos de sopetón, cayendo en la cuenta de que me había quedado traspuesto mientras maldecía mis últimas acciones en seminconsciencia. Me levanté de un salto, aún con el condón colgado a medias en mi inactivo pene. Vi de soslayo cómo mi acompañante dormía plácidamente como habiendo ejecutado a la perfección su confabulada maniobra de seducción. ¡Que no se despierte! recé en mi fuero interno mientras entraba en el aseo contiguo. No se me apetecía en absoluto disimular mi falta de interés entremezclado con mi mal humor vespertino. Me miré durante un segundo en el espejo... ¡Serás estúpido! me culpé. Ya oía las llamadas de mis colegas felicitándome por tremenda hazaña. Ahora sí que te has puesto la medalla de honor al cabronazo del año. No pude dejar de hostigarme, con mi típico mal humor mañanero hasta que oí su voz. —¿Peter? —repetía contrariada Gisela tras la puerta. Decidí salir y enfrentarla de una vez, a fin de cuent
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5. Un regreso entretenido.
Solo con ella/Belinda Gonvel
Me moví algo incómodo, preguntándome si me quedaba mucho tiempo con mi bella acompañante de vuelo. No más de dos horas, me convencí repentinamente ansioso. ¡Bien! Tenía el tiempo suficiente para saber más de ella, para poder tener su número o quizá buscar la manera de encontrarla tras salir de aquel avión. ¡Peter, no tienes remedio! me culpé. Pero en esta ocasión ignoré esa vocecilla estúpida de mi subconsciente, leyendo el folleto de evacuación del avión sin ponerle demasiada atención. ¿Cómo no iba a sentirme así de excitado con una mujer tan interesante como aquella? Mis ojos volaron disimuladamente a controlar sus gestos, escribía algo en una servilleta, pero ¿qué...? En un instante cambió de postura, dispuesta a levantarse. Mis ojos midieron su cuerpo que ahora quedaba alzado frente a mis ojos, inclusive sus pechos, los cuales pasaban lentamente sobre mis ojos, pero ¡joder! Mira para otro lado, me dije. Y en seguida vi el mensaje, pues la servilleta había quedado a mi merced
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6. ¿Efectos secundarios?
Solo con ella/Belinda Gonvel
Olympia... Repetía mi subconsciente sin poder evitarlo, mientras la embestía sin parar, sujetándola contra mi cuerpo ejerciendo cierta fuerza. Su nombre era peculiar sin duda, pero toda ella parecía ser icónica. La admiraba abrumado mientras sus facciones se acentuaban demostrando lo placentero de aquel encuentro. La embestí sin parar durante no sé cuánto tiempo, notando sudorosos nuestros cuerpos a medio desvestir, gozando de una excitación sin igual. El sonido medio amortiguado por las turbinas del avión, encubrían eficazmente los sonidos acuosos que demostraban lo húmedo de su sexo dejándome entrar en ella sin dificultad. ¡Qué bien se sentía joder! Su suavidad sexualizada me invadía como una ráfaga de frenesí, una droga dulce y placentera que consumirías una y otra vez buscando la embriaguez que inoculaba. Aspiré su aroma rozando su mejilla, era imposible no empalmarme con solo verla llegar al clímax una y otra vez pero, ¿cuánto tiempo podríamos alargar aquella atrevida proeza
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7. WTF.
Solo con ella/Belinda Gonvel
Paré mi perorata interior al ver que paraba en seco su contoneo y buscaba a alguien entre el gentío que aguardaban tras la puerta de llegadas. No había demasiada gente y tras un segundo de infructuosa búsqueda, la noté maldecir por lo bajo e impacientarse. ¿Acaso sería testigo de un romántico reencuentro con su novio? ¿O quizá, la ansiosa llegada de una mamá siendo recibida por sus hijos? Bah, ni de coña, Olympia no parecía ser una esposa, o una mamá promiscua que se pasaba de la rutina de un hogar a encuentros sexuales en los aseos de un avión. Al menos de eso quise convencerme y en mi fuero interno deseé de verdad que aquellas posibilidades estuvieran bien lejos de la realidad. —¡Oly! —sonó una voz afeminada que se acercaba desde las puertas de la terminal —. Ya estoy aquí mi niña linda. Yo estaba lo suficientemente cerca como para advertir las maneras poco masculinas de aquel extraño que se acercaba a ella, demostrándole su afecto con la misma familiaridad de un hermano
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8. ¿Fortuna o casualidad?
Solo con ella/Belinda Gonvel
¡Buenos días! saludaba mi machote elevando las sábanas desde el amanecer. Sí señor, cómo me alegro de verte tan animado, reí divertido sujetándomela con cuidado, para levantarme de un salto de la cómoda y amplia cama de hotel. Wow, era súper temprano, sin duda una de las ventajas de vivir “una hora menos” ¡Y sí, no es que fuera literal! Pero era el pensamiento típico en aquellas “Islas Afortunadas” donde la franja horaria parecía elevar nuestros ánimos más de lo que sería típico o normal. ¡Al menos conmigo lo estaba consiguiendo! Eso, y que probablemente mi desahogo de anoche había influenciado en mi nueva sensación de libertad, porque ¡joder! No había tardado nada en venirme con tan solo retomar el morbo que aquella delirante mujer me provocaba. Y así, en varias ocasiones, hasta el punto de quedar satisfecho y tan relajado que no tardé en sumirme en un profundo y ansiado sueño reparador. Me di una ducha refrescante para ponerme algo cómodo y fresco para bajar a desayunar.
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9. Destino a mi favor.
Solo con ella/Belinda Gonvel
El despertador de mi smartphone me avisaba de que era hora de dejar de ser tan ocioso y me levantara de aquella siesta tan improvisada como inusual entre mis habituales tareas diarias. Me estiré sintiéndome más ligero que en toda mi vida, y reí ante la extraordinaria sensación. ¡Efecto cambio de rutina! Ahora sí que me sentía un poco más yo. Pero tendría que darme prisa o no llegaría a tiempo a la noche de copas con mi queridísimo socio Mario. ¡Bah, menuda ilusión! ironizó mi voz interior. Me abrumaba un poco el verme obligado a enfrentar este tipo de situaciones, a consecuencias de mi nuevo puesto, así que tendría que encontrar la manera de que no se convirtiera en costumbre o buscaría algún tipo de excusa plausible para zafarme sin problema, de aquellos molestos compromisos extra laborales. Elegí un look algo más elegante para la noche, pero no tanto, al menos le di un toque casual al look trajeado con una camiseta ligera de algodón y unos zapatos de piel de ante y sin br
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10. Complicaciones.
Solo con ella/Belinda Gonvel
Tenía que buscar la manera de hablar con ella, me dije totalmente comprometido con no desperdiciar esta nueva oportunidad, pero de repente, Olympia anunció el tener que ir a los servicios y salió casi disparada de nuestro lado. —Mira ¡qué sorpresa! —dijo Mario mirándome mientras volvíamos a acercarnos al grupo—. Quién me iba a decir a mí, que después de tantos años, volvería a ver a la singular señorita Betancourt. What?! Gritó mi mente a punto de explotar, pero ¿de quién estaba hablando? ¿De verdad cabía la posibilidad de que Mario, mi cargante socio, también la conociera? —¿Hablas de Olympia? —quise sonsacarle al instante, buscando mi voz más neutral, pero sintiéndome ligeramente nervioso por tanto cúmulo de coincidencias. —Bueno, fue algo así como mi primera novia, pero una pasajera —alzó los ojos, quitándole interés —. En aquellos años, era una tipa muy estirada y no era mi estilo, pero tenía buenas peras —rio socarrón y yo tuve que tomar aire para no perder la paci
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