49. No te alejes, jamás (1)
La semana había comenzado con grandes dosis de optimismo ante la noticia de volver a ver a Olympia, llevándome a esforzarme por mantener la espera como una etapa más antes de recuperarla.
Así que me dispuse a organizar todo en nuestro hogar para su llegada y así mantenerme ocupado para soportar la ansiedad causada por el lento pasar de los días. Las mañanas, siempre cargadas de reuniones y nuevos proyectos para el inicio de la nueva temporada alta, que coincidía con la llegada del suave invierno subtropical, me ayudaba a pasar la mayor parte de la jornada alejado y sin notar la soledad de un hogar vacío como parte de mi marcada rutina. Mantenía el contacto con mi familia en esos momentos, o torturando a Richy casi a diario, sobre todo cuando me azoraba la angustia de que algún cambio de última hora alterara nuestros planes.
Pero para nuestra suerte, todo seguía en pie y dispuesto para cuando llegase el día.
—Saldrá bien ¿verdad amigo? —le insistía en esos momentos donde el tem