Un grupo de amigos, en busca de un respiro que los aleje de la rutina diaria, alquila una casa aislada a orillas de un lago misterioso para pasar unos días. Al principio, el lugar parece un remanso de paz, ideal para relajarse, pero poco a poco fenómenos extraños comienzan a perturbar esa tranquilidad. Se va revelando, de forma escalonada, la presencia maligna que acecha, vinculada al oscuro pasado de la casa y del lago, y que juega sin piedad con sus miedos y secretos más profundos. Día tras día, la atmósfera se torna cada vez más opresiva, las tensiones personales entre ellos se intensifican, y los amigos se ven inmersos en una espiral de terror de la que parece no haber escape. Mientras luchan por entender qué les está sucediendo y buscan desesperadamente una vía de salida, salen a la luz veraz las verdades sobre las tragedias del pasado y el siniestro vínculo que une la casa con esas desgracias. La amistad que los une, puesta a prueba de manera extrema, se convierte en su única esperanza para sobrevivir… aunque no todos saldrán de ese lugar indemnes. Con la sombra del lago proyectándose persistentemente sobre ellos, la línea que separa la realidad del horror se vuelve cada vez más difusa.
Leer másEl sótano estaba sumido en un silencio opresivo, pero el grupo sabía que ese silencio no era una victoria. Era una pausa, un instante suspendido antes de que la casa revelara su verdadero plan. Los grabados en las paredes, aunque ya apagados, parecían vigilar a los sobrevivientes; sus formas inmóviles proyectaban una energía aún palpable.Alice, con los brazos cruzados, andaba dando vueltas cerca del sello. Sus ojos lanzaban destellos de ira y miedo. — ¿Por qué seguimos aquí? —gruñó—. Hemos hecho todo lo que ella quería. ¿Por qué no nos deja ir?Marc, apoyado en la pared, negó con la cabeza. — Quizás ella no quiere que nos vayamos… o quizá nunca lo quiso.Mathias, fatigado pero atento, murmuró: — No… No es eso. Este lugar… este ritual… Ellos esperan algo. Una decisión. Un último acto.Lucas, en el centro del círculo, con los ojos cerrados, respiraba lentamente. Sentía el peso de sus vidas en sus manos. Y sabía, en lo más profundo, que el precio final sería terrible.De repente, un esc
La noche caía suavemente, envolviendo la carretera en un manto de oscuridad. El grupo de supervivientes, aún en estado de shock tras su fuga, se había detenido en una pequeña ciudad para intentar recomponer sus esprits. Pero una extraña fuerza parecía seguir arrastrándolos hacia su punto de origen. Las horas pasaban, y esa sensación de atracción misteriosa se volvía insoportable, como si sus almas estuvieran vinculadas a la casa y al lago.Lucas, sentado en una austera habitación de hotel, miraba fijamente la pared en silencio. Léa se encontraba junto a la ventana, observando las débiles luces de la calle. Alice caminaba nerviosamente por la habitación, incapaz de calmarse. – No es normal, dijo bruscamente. Esa sensación… es como si algo nos estuviera llamando, una y otra vez.Lucas asintió, aunque parecía reacio a hablar. – Yo también la siento, murmuró. Y no es solo una sensación. Es una certeza. Esta casa no nos ha dejado ir por completo.Mathias, sentado en la cama, se pasó una ma
El sol, aunque alto en el cielo, parecía brillante pero distante, como si la propia luz fuera incapaz de disipar la sombra de lo que el grupo había dejado atrás. Los coches rodaban por una carretera estrecha y silenciosa, mientras los paisajes familiares ofrecían una extraña yuxtaposición a los sucesos sobrenaturales que habían vivido.Lucas miraba la carretera frente a él, con las manos firmemente apretadas en el volante. A pesar del movimiento mecánico de conducir, su mente se encontraba en otro lugar, encerrada en los recuerdos de la casa, del lago y de las promesas. Cada detalle de su prueba parecía estar grabado en su mente: los sacrificios, las revelaciones y el ineludible peso de su familia en la historia de ese lugar.Mathias, en el asiento del pasajero, observaba a Lucas con inquietud. — ¿Estás seguro de que vas bien? —preguntó, con la voz delatando su propio malestar. Lucas asintió, aunque su mirada seguía fija en el asfalto. — Estoy bien... o al menos, lo intento. Tenemos q
Los primeros rayos del alba se filtraban a través de los árboles, proyectando una luz pálida sobre el grupo que caminaba en silencio. La casa encantada ya no se veía detrás de ellos, pero su recuerdo continuaba pesando fuertemente en sus mentes. Cada paso los alejaba más de aquel lugar maldito, aunque una parte de ellos sabía que algunos lazos jamás se rompen del todo.Lucas lideraba el grupo, con la mirada fija en el horizonte. Sus pensamientos daban vueltas sin cesar: el ritual, los sacrificios, las revelaciones sobre su familia. Había reparado lo que sus antepasados habían dejado atrás, pero la sensación de haber abandonado algo en el fondo del lago seguía persiguiéndolo.Alice caminaba en silencio a su lado, sus rasgos marcados por el cansancio y la ira. De una determinada manera, no le había perdonado ni a la casa, ni al lago, ni siquiera a Lucas. Pero seguía allí, con pasos pesados pero decididos, negándose a mostrar su debilidad.—¿Se acabó, entonces? —preguntó, finalmente, con
El amanecer se acercaba, pero las tinieblas en el aire parecían querer sofocar toda luz. Los recién llegados se habían reunido alrededor del grupo inicial, con miradas llenas de miedo y desconcierto. El lago, sereno y amenazante, brillaba suavemente bajo el titilar de las linternas. Lucas sentía el peso de cada mirada sobre él: la de sus amigos antiguos y nuevos, la del pasado, y quizá incluso la de la propia casa.Sarah, todavía temblorosa, fijó a Lucas con insistencia. – Dices que este lago es una prisión, ¿pero por qué nosotros? ¿Por qué estamos aquí? Esta casa nos atrajo, pero… no tenemos nada que ver con esta historia.Marc, siempre desconfiado, gruñó suavemente. – Si es verdad, entonces quizás deberíamos irnos. ¿Por qué permanecer aquí para arreglar algo que no nos concierne?Alice, irritada, explotó antes de que Lucas pudiera responder. – ¿De verdad creen que no hemos intentado irnos? ¡Lo hemos intentado todo! Esta casa, este lago, no nos dejan marchar. Y ahora que ustedes está
La calma relativa de la casa no disipaba el peso de los sacrificios que el grupo había tenido que hacer para estabilizar el sello. Mientras reunían sus fuerzas y trataban de comprender qué sucedería a continuación, la idea de marcharse parecía a la vez posible y terriblemente incierta. La casa embrujada, aunque menos opresiva, seguía ejerciendo sobre ellos una influencia insidiosa.Lucas, cansado pero decidido, alzó la vista hacia sus amigos. – Tenemos que irnos ahora. Si este ritual ha apaciguado esta casa, quizá tengamos una oportunidad de escapar.Alice, que parecía tan agotada como furiosa, cruzó los brazos. – ¿Irnos? ¿Y a dónde, Lucas? Has visto lo que sucedía cada vez que intentábamos abandonar este lugar. Esta casa siempre nos devuelve.Mathias sacudió la cabeza suavemente, intentando apaciguar las tensiones. – Quizá ahora sea diferente. Los grabados están en silencio y el sello es estable. Quizá la casa nos ha dado la posibilidad de irnos.Léa, de pie cerca de la escalera que
Último capítulo