El viento soplaba suavemente sobre la superficie del lago, inmóvil y apacible, pero quienes estaban en sus orillas sabían que aquella calma era solo de fachada. Alicia, Marc y Sarah, los tres supervivientes que habían abandonado la casa, contemplaban el horizonte aún atónitos por lo vivido. Detrás de ellos, el bosque, la casa y el lago conservaban parte de su esencia, como si se negaran a liberarlos por completo. Aquella presencia latente les recordaba que su escape podría no ser definitivo.
La luz del amanecer se filtraba entre los árboles sin llegar a calentarlos. Marc se dejó caer con pesadez sobre una roca, apoyando los codos en las rodillas y sosteniendo la cabeza entre las manos. Alicia, de pie a su lado, cruzó los brazos mientras sus dedos temblaban, traicionando su ansiedad. Sarah permanecía sentada junto a un tronco, abrazándose las piernas, sumida en sus pensamientos.
—¿Y esto es todo? —murmuró Marc—. Estamos fuera… ¿pero a qué precio?
Alicia guardó silencio unos instantes a