La extraña sala donde se encontraba el grupo se asemejaba a una manifestación de la propia casa: un espacio a la vez real e irreal, donde el tiempo y las leyes físicas parecían desvanecerse. Los espejos rotos en las paredes reflejaban sus rostros, pero los reflejos parecían ligeramente deformados, proyectando versiones de sí mismos cansadas, atormentadas o… diferentes.
Lea dio el primer paso, con la mirada fija en el círculo luminoso en el centro de la sala. La luz pulsaba suavemente, emitiendo una energía que parecía vibrar en sus huesos.
—Esta casa quiere que decidamos —murmuró ella—. Pero esta elección… no es un simple “sí” o “no”. Quiere que entendamos lo que implica.
Alicia se apartó de los espejos, con una mirada desconfiada dirigida a Lea.
—¿Entender? Lo único que entiendo es que esta casa nos ha manipulado desde el principio. Juega con nuestras vidas, con nuestros miedos… ¿Y ahora quiere que tomemos una decisión final?
Matías, siempre atento, observaba las grabados en el suelo