La noche era aún más opresiva que la anterior. Los muros de la casa parecían cerrarse sobre ellos, como si la propia edificación se alimentara de su miedo creciente. Mélanie, sentada en un rincón del salón, no dejaba de mirar la puerta del sótano, esperando que se abriera por sí sola en cualquier momento.
—No podemos quedarnos aquí —murmuró, más para sí misma que para los demás—. Esta casa… lo que hemos visto… nos va a destruir.
Lucas, apoyado contra una estantería, suspiró pesadamente.
—¿Cuántas veces vamos a tener esta conversación? No podemos simplemente irnos en plena noche. Es peligroso afuera.
Mélanie se volvió bruscamente hacia él, con la mirada ardiente.
—¿Y se supone que aquí es más seguro? ¿En serio, Lucas? ¿Todavía crees que quedarse aquí es una buena idea? Si no nos hubieras llevado aquí…
—¡Oh, basta! —replicó Lucas, levantando las manos—. Ya te dije que no podía saber lo que iba a pasar. ¡Deja de culparme por todo!
Alice, que hasta ahora había permanecido en silencio, intervino con un tono gélido.
—Ustedes dos, basta. Pelear no nos llevará a ningún lado. Si queremos salir vivos de aquí, debemos trabajar juntos.
Un silencio se apoderó del grupo, cargado de tensiones no expresadas. Mathias, siempre observador, finalmente rompió el hielo.
—He estado pensando en esos símbolos que vimos en el sótano —dijo suavemente, cruzando los brazos—. No están ahí simplemente para decorar. Tienen un significado… tal vez una intención.
Hugo, quien se había sentado de manera despreocupada en un sillón, alzó una ceja.
—¿Una intención? ¿Qué es esa teoría otra vez? ¿Realmente crees que un dibujo puede hacer algo?
Mathias fijó a Hugo con una intensidad inusual.
—No lo creo, lo sé. Esos símbolos no son ordinarios. Están grabados para perdurar, para marcar algo. Y no presagian nada bueno.
Mélanie retrocedió ligeramente, visiblemente incómoda.
—Entonces, ¿qué? ¿Esos símbolos… son como una especie de maldición?
Mathias asintió, aunque no estaba completamente seguro.
—Puede ser. O una advertencia. No lo sé. Pero una cosa es segura: este sótano es la clave de todo lo que sucede aquí.
—¿La clave? —repitió Alice—. ¿Y si fuera simplemente una trampa? Todo aquí parece diseñado para mantenernos encerrados. Nada nos hace creer que entender estos símbolos nos salvará.
Hugo gruñó, sacudiendo la cabeza.
—Se les complica demasiado. Escuchen, lo que propongo es que encontremos la manera de contactar a alguien. Debe haber alguna forma de conseguir señal en alguna parte. Una antena, una colina… lo que sea.
Pero Lucas negó con la cabeza de forma decidida.
—Es de noche. Pasear por el bosque ahora sería suicida.
Mélanie explotó de rabia, poniéndose de pie de repente.
—¿Y quedarse aquí, acaso no es suicida? ¿No ves que esta casa está jugando con nosotros?
Mientras las tensiones aumentaban, se oyó un ruido sordo en el techo, como si algo enorme se hubiese movido en el desván. Todos se quedaron inmóviles, petrificados. Lucas fue el primero en hablar, con la voz temblorosa a pesar de sí mismo.
—Está bien… ¿qué fue eso?
Alice tragó saliva con dificultad, lanzando una mirada hacia la trampilla del desván en el techo.
—No podemos ignorar esto. Si algo está allá arriba…
—¡No! —gritó Mélanie, colocándose instintivamente detrás de Mathias—. No iremos. De ninguna manera.
Lucas apretó los puños, fijando la mirada en la trampilla.
—Si no miramos, nunca sabremos qué está pasando. No podemos permanecer en la ignorancia.
Alice puso una mano en su brazo para calmarlo.
—Lucas, piensa. Si es peligroso…
—Todo aquí es peligroso —cortó Lucas—. Así que mejor enfrentemos lo que nos espera.
Con una lámpara de aceite en mano, Lucas deslizó una silla debajo de la trampilla y la abrió lentamente. Una corriente de aire helado se escapó de inmediato, enviando un escalofrío colectivo por la habitación. Mélanie desvió la mirada, aferrándose al brazo de Mathias.
Hugo, aunque dudoso, alzó la cabeza para mirar adentro.
—Nada… nada por el momento —murmuró.
Lucas subió con cuidado, acompañado de Mathias, mientras Alice se quedaba abajo para tranquilizar a Mélanie. El desván era oscuro, polvoriento, lleno de viejas cajas y objetos abandonados. Pero en el centro, bajo un rayo de luz lunar filtrándose por una ventana rota, se encontraba un objeto extraño: un espejo adornado con motivos complejos, parcialmente cubierto por un paño desgastado.
Mathias avanzó lentamente, iluminando el espejo con su lámpara.
—Es… magnífico —murmuró—. Pero hay algo… inquietante.
Lucas se acercó y retiró cuidadosamente el paño, revelando la superficie brillante. Pero en lugar de ver sus reflejos, vieron otra cosa: un bosque oscuro, un lago brumoso… y siluetas indistintas moviéndose en la sombra.
—¿Qué es… eso…? —balbuceó Lucas, retrocediendo instintivamente.
Antes de que pudieran reaccionar, una voz baja y siniestra llenó el aire, pareciendo provenir del propio espejo.
—Ustedes no deberían estar aquí.
Las palabras seguían resonando en el aire, aunque ninguno de ellos había hablado. Lucas, de pie frente al espejo, retrocedió lentamente, con el rostro pálido.
—¿Tú… has oído eso? —preguntó con voz áspera mientras miraba a Mathias.
Mathias asintió, fijando la mirada en el espejo.
—Sí. Y no éramos nosotros.
Bajaron rápidamente del desván, con los rostros tensos, y se reunieron con el resto del grupo en el salón. Mélanie, quien retrocedió instintivamente al verlos llegar, notó de inmediato su semblante perturbado.
—¿Qué fue lo que pasó allá arriba? ¿Han visto algo? —murmuró, con las manos temblorosas.
Lucas se desplomó sobre el sofá, con las manos en el cabello, mientras Mathias colocaba su cámara en la mesa sin decir palabra.
—El espejo… habló —terminó diciendo Lucas—. Una voz. Dijo… "No deberían estar aquí."
Alice, que trataba de mantener la calma, frunció el ceño.
—¿Quieres decir que el espejo les habló? Tal vez fue su imaginación. Están bajo presión, al igual que nosotros.
—¡No fue nuestra imaginación! —exclamó Lucas, levantando la mirada hacia ella—. Fue real. Una voz clara y distinta.
Hugo, de pie cerca de la chimenea, se encogió de hombros con una mueca escéptica.
—¿Y qué significa eso, eh? ¿Que deberíamos irnos? Ya lo sabemos. Gracias, espejo mágico, por esta "revelación."
—Hugo, no es el momento —replicó Mathias con voz tensa—. No era una sugerencia. Era una advertencia.
Mélanie se volvió hacia Lucas, buscando entender.
—¿Y esa voz… cómo era? ¿Una voz humana o… algo más?
Lucas vaciló, como si buscara las palabras adecuadas.
—No era humana. Parecía venir de lejos… y de cerca, al mismo tiempo. Como si alguien nos susurrara directamente al oído.
Un silencio pesado se instaló en la habitación. Cada uno evitaba la mirada de los demás, intentando comprender el significado de esa advertencia. Hugo, que no soportaba los momentos de tensión, de repente empezó a caminar por la sala.
—Bueno, está bien. Una voz. Genial. Pero seamos honestos: ¿qué se supone que debemos hacer con esta información? ¿Eh? ¿Nos quedamos aquí lamentándonos o hacemos algo?
Alice suspiró y se dejó caer en un sillón.
—La pregunta es, ¿qué significa "hacer algo"? Si volvemos al desván, ¿a qué riesgo nos exponemos? Si vamos al sótano, ¿qué despertaremos de nuevo?
Mélanie se estremeció ante esa sugerencia y se abrazó a sí misma.
—No volveré a ningún lugar. Ni a este desván. Ni al sótano. Esa voz… quería asustarnos, por alguna razón.
Mathias golpeó la mesa con sus dedos, como para liberar su estrés.
—Quizás la voz no sea una amenaza. Quizás… intente protegernos. "No deberían estar aquí" es también una advertencia para mantenerse alejados de algo.
Hugo se rió burlonamente.
—Genial. Entonces, ¿el espejo es nuestro amigo ahora? ¿Nos advierte amablemente que la casa nos va a tragar? ¡Gracias, viejo espejo! Muy útil.
Lucas, exasperado, se enderezó de un salto.
—¿Vas a parar, Hugo? ¡Todos vivimos lo mismo, así que si no te tomas nada en serio, al menos cállate!
Hugo dio un paso atrás ligeramente, levantando las manos en señal de defensa.
—Ey, cálmate, Lucas. Es broma, ¿vale? Ayuda a manejar… todo este lío.
Alice respiró profundamente, tratando de calmar el ambiente.
—Escuchen, todos estamos al límite. Ese espejo, esa voz… No importa lo que signifique, debemos mantenernos unidos. Si empezamos a volcarnos los unos contra los otros, estaremos perdidos.
Lucas cruzó los brazos, con su expresión suavizada.
—Tienes razón. Perdón, Hugo. Es que estoy… al límite.
Hugo hizo un gesto vago, disipando la tensión.
—No hay problema. Soy un experto en molestar a la gente. No es algo de hoy.
Una leve sonrisa apareció brevemente en el rostro de Mélanie, pero desapareció casi de inmediato.
—Entonces, ¿qué hacemos ahora? ¿Ignoramos esa voz? ¿Tratamos de entender qué quería decir?
Mathias reflexionó un instante antes de responder.
—Creo que deberíamos dejar este espejo en paz… por ahora. Pero tendremos que volver a él. Es parte de todo esto, al igual que los símbolos en el sótano.
—¿Están hablando en serio? —protestó Mélanie—. ¿Por qué no simplemente… evitarlo? Si esta casa quiere hacernos daño, ¿por qué darle más oportunidades?
Lucas se volvió hacia ella, con una mirada grave en los ojos. —Porque evitar la casa no cambiará nada. Está viva, Mélanie. Todo aquí está conectado. No importa a dónde vayamos, ella encontrará la manera de alcanzarnos.
Estas palabras dejaron a todos en silencio, cada uno absorto en sus propios pensamientos. Incluso Hugo, que habitualmente hacía comentarios sarcásticos, permaneció inmóvil, con la mirada fija en el suelo.
Alice, finalmente, rompió el silencio. —No podemos simplemente esperar a que esta casa gane. Mañana por la mañana, saldremos. No importa lo que sea necesario hacer para atravesar los bosques o encontrar ayuda, lo haremos. Pero esta noche… nos quedamos juntos.
El grupo asintió lentamente, aunque ninguno de ellos parecía estar completamente convencido. La voz del espejo seguía resonando en sus mentes, ya sea como una amenaza o una advertencia, y nadie sabía aún qué diferencia haría.