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Capítulo 8: Las Sombras Avanzan

La noche parecía extenderse sin fin, cada minuto se convertía en una prueba insoportable. La casa, aparentemente silenciosa, respiraba una vida insidiosa, con sus muros que parecían acercarse lentamente. Alice estaba sentada junto a la chimenea, con los dedos temblorosos mientras sostenía una taza de té a medio vacía. Intentaba hallar consuelo en el calor de la taza, pero cada ruido, cada sombra, le impedía relajarse.

Mélanie, acurrucada en un sillón, miraba el suelo con una expresión ausente, con sus pensamientos aún atormentados por el espejo. Hugo, a pesar de su aparente calma, lanzaba miradas furtivas hacia las ventanas, como si esperara ver algo moverse en la oscuridad exterior. Lucas, sentado junto a la mesa, parecía perdido en sus reflexiones, y su mirada se dirigía a menudo hacia la puerta del sótano.

Fue Mathias quien rompió el silencio, con una voz apenas audible: —Tenemos que entender esos símbolos. Si dejamos que esta casa juegue con nosotros, acabará por imponerse.

Alice levantó la cabeza, con los ojos llenos de fatiga. —¿Y si esos símbolos no son más que una trampa? ¿Y si todo aquí es un señuelo para mantenernos... o peor?

Mélanie se enderezó bruscamente, su tono teñido de desesperación. —No hace falta entender. Lo que necesitamos es huir. Ese espejo, esas sombras... No es un juego. Esas cosas quieren algo de nosotros.

Lucas negó con la cabeza, hablando más para sí mismo que para los demás: —No creo que huir sea una opción. Todo aquí está diseñado para impedir que salgamos. El lago, los bosques... Esta casa nos vigila, y nos espera.

Mathias avanzó, con su cámara en mano. —Entonces, debemos averiguar lo que ella quiere antes de que nos arrebate todo.

Un ruido repentino interrumpió su conversación. Unos rasguños, provenientes del exterior, se intensificaron gradualmente. Todos se quedaron paralizados, con la mirada fija en la ventana más cercana. Hugo, el primero en reaccionar, se levantó precipitadamente y tomó la lámpara de aceite. —¿Qué es eso otra vez? —murmuró, con la voz temblorosa a pesar de sí mismo.

Alice se acercó lentamente a la ventana, con el corazón latiendo con fuerza. Desvió ligeramente la cortina, y lo que vio la paralizó. Afuera, una sombra masiva parecía moverse, pero su contorno era borroso, casi imposible de definir. La criatura –o quizás la aparición– se mantenía inmóvil a unos metros del lago.

Alice retrocedió precipitadamente, haciendo que la silla cayera detrás de ella. —Hay… algo afuera. Algo… enorme.

Aún retrocediendo, su rostro se había vuelto pálido después de lo que había vislumbrado a través de la ventana. Sus manos temblaban mientras trataba de recuperar el aliento.

Mélanie se acercó a ella, con la voz temblorosa. —Alice… ¿qué has visto? Cuéntanos, por favor.

Alice intentó responder, pero las palabras se negaban a salir. Simplemente señaló la ventana con el dedo, con los labios apretados.

Hugo se apresuró, apartando bruscamente la cortina. Echó un vistazo afuera, escudriñando la oscuridad. —No veo nada… —murmuró, entrecerrando los ojos.

Giró la cabeza hacia Alice, frunciendo el ceño. —¿Estás segura de lo que has visto? Está oscuro. Quizás tu mente te está jugando una mala pasada.

Finalmente, Alice recuperó la voz, pero su tono era frío y cortante. —No fue una ilusión, Hugo. Había algo. Algo grande. Y… y se movía.

Mélanie se alejó ligeramente, sin aliento. —¿Es… afuera? ¿Cerca del lago? Oh, Dios mío…

Lucas puso una mano sobre su hombro, intentando calmar el pánico que iba en aumento. —Mélanie, cálmate. Si realmente estaba afuera, no puede entrar. Las ventanas están cerradas. Las puertas también.

Mathias, quien hasta entonces había permanecido en silencio, avanzó con cautela. —Alice, dices que era grande… pero, ¿a qué se parecía exactamente? ¿Una silueta? ¿Un animal?

Alice negó con la cabeza. —No… no tenía nada de humano ni de animal. Era como… una sombra viviente. Borrosa, pero amenazante.

Hugo suspiró en voz alta, levantando los ojos al cielo. —Una sombra viviente… En serio, ¿escuchan eso? Todos tenemos miedo, claro, pero eso no significa que debamos empezar a inventar monstruos.

Alice apretó los puños, elevando su voz un poco. —No estoy inventando nada, Hugo. Si piensas que es un juego, es tu problema. Pero yo sé lo que vi.

Lucas intervino, levantando las manos. —Basta, los dos. Discutir no servirá de nada. Todos hemos visto cosas extrañas aquí. Debemos pensar con calma.

Mélanie puso una mano en su corazón, hablando con una voz quebrada. —¿Pensar en qué, Lucas? No hay nada que hacer. Esta casa… este lago… quiere que nos quedemos, y está jugando con nuestras mentes. Estamos perdidos.

Mathias respiró hondo antes de responder. —No estamos perdidos. Aún no. Pero Alice tiene razón. Si esta… sombra es real, debemos mantenernos en alerta. No podemos simplemente ignorar lo que sucede afuera.

Hugo alzó una ceja, visiblemente escéptico. —¿Y qué propones, Einstein? ¿Que salgamos a saludarla?

Mathias ignoró su comentario y se volvió hacia Lucas. —Lucas, siempre pareces tener un plan. Cuéntanos. ¿Qué hacemos ahora?

Lucas vaciló, pasando una mano nerviosa por su cabello. —Yo… creo que deberíamos mantener la casa segura. Bloquear las ventanas, si es necesario. Quedarnos juntos.

Alice cruzó los brazos, con una mirada sombría. —¿Y si eso no es suficiente? Lucas, no se trata solo de poner barricadas. Esa cosa puede entrar si quiere. Lo vimos con el sótano, el desván… la propia casa está en nuestra contra.

Mélanie sollozó suavemente, murmurando para sí misma. —¿Por qué hemos venido aquí…? ¿Por qué…?

Hugo puso una mano sobre su hombro, por una vez suavizado. —Mélanie, mírame. Vamos a salir de aquí. De una forma u otra. Pero antes, debemos mantenernos juntos, ¿de acuerdo?

Ella asintió, aunque aún se veía aterrorizada.

De repente, se oyó un ruido sordo, como un golpe contra una de las ventanas del salón. Todos se quedaron inmóviles, sin aliento. Alice retrocedió, con los ojos bien abiertos. —¿Qué fue eso?

Lucas se acercó con cautela, sosteniendo la lámpara de aceite en alto. —No sé… pero lo vamos a descubrir.

Mathias tomó su cámara, como si se preparara para capturar lo que iba a suceder. —¿Realmente quieres ir a ver, Lucas? —preguntó—. ¿Y si esa sombra... o algo peor...?

Lucas apretó los dientes y se acercó a la ventana. Levantó lentamente la cortina, echando un vistazo afuera. Un escalofrío recorrió su espalda, pero no vio nada en particular. —No hay… nada. Ni un solo rastro.

Hugo se encogió de hombros. —Entonces, quizá fue solo el viento, o una rama.

Alice negó con la cabeza, con el rostro adusto. —No. No fue el viento. Fue… intencional.

Un nuevo golpe, esta vez más fuerte, hizo vibrar la ventana, provocando un grito ahogado de Mélanie. Lucas retrocedió instintivamente, mientras Mathias alzaba su cámara. —Pase lo que pase, se está acercando… —murmuró.

Alice lanzó una mirada inquieta a Lucas. —Tenemos que movernos. No podemos quedarnos aquí, inmóviles como objetivos.

Lucas asintió, con un destello de pánico en sus ojos. —De acuerdo. Subiremos al piso superior. Si esa cosa intenta entrar aquí, tendremos una mejor vista desde arriba.

Mélanie protestó, con la voz temblorosa. —¡Pero es ahí donde todo comenzó! El desván, los ruidos…

Hugo gruñó, molesto. —¿Quieres quedarte aquí esperando? Yo no. Entonces, muévete.

 

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