La noche parecía extenderse sin fin, cada minuto se convertía en una prueba insoportable. La casa, aparentemente silenciosa, respiraba una vida insidiosa, con sus muros que parecían acercarse lentamente. Alice estaba sentada junto a la chimenea, con los dedos temblorosos mientras sostenía una taza de té a medio vacía. Intentaba hallar consuelo en el calor de la taza, pero cada ruido, cada sombra, le impedía relajarse.
Mélanie, acurrucada en un sillón, miraba el suelo con una expresión ausente, con sus pensamientos aún atormentados por el espejo. Hugo, a pesar de su aparente calma, lanzaba miradas furtivas hacia las ventanas, como si esperara ver algo moverse en la oscuridad exterior. Lucas, sentado junto a la mesa, parecía perdido en sus reflexiones, y su mirada se dirigía a menudo hacia la puerta del sótano.
Fue Mathias quien rompió el silencio, con una voz apenas audible: —Tenemos que entender esos símbolos. Si dejamos que esta casa juegue con nosotros, acabará por imponerse.
Alice levantó la cabeza, con los ojos llenos de fatiga. —¿Y si esos símbolos no son más que una trampa? ¿Y si todo aquí es un señuelo para mantenernos... o peor?
Mélanie se enderezó bruscamente, su tono teñido de desesperación. —No hace falta entender. Lo que necesitamos es huir. Ese espejo, esas sombras... No es un juego. Esas cosas quieren algo de nosotros.
Lucas negó con la cabeza, hablando más para sí mismo que para los demás: —No creo que huir sea una opción. Todo aquí está diseñado para impedir que salgamos. El lago, los bosques... Esta casa nos vigila, y nos espera.
Mathias avanzó, con su cámara en mano. —Entonces, debemos averiguar lo que ella quiere antes de que nos arrebate todo.
Un ruido repentino interrumpió su conversación. Unos rasguños, provenientes del exterior, se intensificaron gradualmente. Todos se quedaron paralizados, con la mirada fija en la ventana más cercana. Hugo, el primero en reaccionar, se levantó precipitadamente y tomó la lámpara de aceite. —¿Qué es eso otra vez? —murmuró, con la voz temblorosa a pesar de sí mismo.
Alice se acercó lentamente a la ventana, con el corazón latiendo con fuerza. Desvió ligeramente la cortina, y lo que vio la paralizó. Afuera, una sombra masiva parecía moverse, pero su contorno era borroso, casi imposible de definir. La criatura –o quizás la aparición– se mantenía inmóvil a unos metros del lago.
Alice retrocedió precipitadamente, haciendo que la silla cayera detrás de ella. —Hay… algo afuera. Algo… enorme.
Aún retrocediendo, su rostro se había vuelto pálido después de lo que había vislumbrado a través de la ventana. Sus manos temblaban mientras trataba de recuperar el aliento.
Mélanie se acercó a ella, con la voz temblorosa. —Alice… ¿qué has visto? Cuéntanos, por favor.
Alice intentó responder, pero las palabras se negaban a salir. Simplemente señaló la ventana con el dedo, con los labios apretados.
Hugo se apresuró, apartando bruscamente la cortina. Echó un vistazo afuera, escudriñando la oscuridad. —No veo nada… —murmuró, entrecerrando los ojos.
Giró la cabeza hacia Alice, frunciendo el ceño. —¿Estás segura de lo que has visto? Está oscuro. Quizás tu mente te está jugando una mala pasada.
Finalmente, Alice recuperó la voz, pero su tono era frío y cortante. —No fue una ilusión, Hugo. Había algo. Algo grande. Y… y se movía.
Mélanie se alejó ligeramente, sin aliento. —¿Es… afuera? ¿Cerca del lago? Oh, Dios mío…
Lucas puso una mano sobre su hombro, intentando calmar el pánico que iba en aumento. —Mélanie, cálmate. Si realmente estaba afuera, no puede entrar. Las ventanas están cerradas. Las puertas también.
Mathias, quien hasta entonces había permanecido en silencio, avanzó con cautela. —Alice, dices que era grande… pero, ¿a qué se parecía exactamente? ¿Una silueta? ¿Un animal?
Alice negó con la cabeza. —No… no tenía nada de humano ni de animal. Era como… una sombra viviente. Borrosa, pero amenazante.
Hugo suspiró en voz alta, levantando los ojos al cielo. —Una sombra viviente… En serio, ¿escuchan eso? Todos tenemos miedo, claro, pero eso no significa que debamos empezar a inventar monstruos.
Alice apretó los puños, elevando su voz un poco. —No estoy inventando nada, Hugo. Si piensas que es un juego, es tu problema. Pero yo sé lo que vi.
Lucas intervino, levantando las manos. —Basta, los dos. Discutir no servirá de nada. Todos hemos visto cosas extrañas aquí. Debemos pensar con calma.
Mélanie puso una mano en su corazón, hablando con una voz quebrada. —¿Pensar en qué, Lucas? No hay nada que hacer. Esta casa… este lago… quiere que nos quedemos, y está jugando con nuestras mentes. Estamos perdidos.
Mathias respiró hondo antes de responder. —No estamos perdidos. Aún no. Pero Alice tiene razón. Si esta… sombra es real, debemos mantenernos en alerta. No podemos simplemente ignorar lo que sucede afuera.
Hugo alzó una ceja, visiblemente escéptico. —¿Y qué propones, Einstein? ¿Que salgamos a saludarla?
Mathias ignoró su comentario y se volvió hacia Lucas. —Lucas, siempre pareces tener un plan. Cuéntanos. ¿Qué hacemos ahora?
Lucas vaciló, pasando una mano nerviosa por su cabello. —Yo… creo que deberíamos mantener la casa segura. Bloquear las ventanas, si es necesario. Quedarnos juntos.
Alice cruzó los brazos, con una mirada sombría. —¿Y si eso no es suficiente? Lucas, no se trata solo de poner barricadas. Esa cosa puede entrar si quiere. Lo vimos con el sótano, el desván… la propia casa está en nuestra contra.
Mélanie sollozó suavemente, murmurando para sí misma. —¿Por qué hemos venido aquí…? ¿Por qué…?
Hugo puso una mano sobre su hombro, por una vez suavizado. —Mélanie, mírame. Vamos a salir de aquí. De una forma u otra. Pero antes, debemos mantenernos juntos, ¿de acuerdo?
Ella asintió, aunque aún se veía aterrorizada.
De repente, se oyó un ruido sordo, como un golpe contra una de las ventanas del salón. Todos se quedaron inmóviles, sin aliento. Alice retrocedió, con los ojos bien abiertos. —¿Qué fue eso?
Lucas se acercó con cautela, sosteniendo la lámpara de aceite en alto. —No sé… pero lo vamos a descubrir.
Mathias tomó su cámara, como si se preparara para capturar lo que iba a suceder. —¿Realmente quieres ir a ver, Lucas? —preguntó—. ¿Y si esa sombra... o algo peor...?
Lucas apretó los dientes y se acercó a la ventana. Levantó lentamente la cortina, echando un vistazo afuera. Un escalofrío recorrió su espalda, pero no vio nada en particular. —No hay… nada. Ni un solo rastro.
Hugo se encogió de hombros. —Entonces, quizá fue solo el viento, o una rama.
Alice negó con la cabeza, con el rostro adusto. —No. No fue el viento. Fue… intencional.
Un nuevo golpe, esta vez más fuerte, hizo vibrar la ventana, provocando un grito ahogado de Mélanie. Lucas retrocedió instintivamente, mientras Mathias alzaba su cámara. —Pase lo que pase, se está acercando… —murmuró.
Alice lanzó una mirada inquieta a Lucas. —Tenemos que movernos. No podemos quedarnos aquí, inmóviles como objetivos.
Lucas asintió, con un destello de pánico en sus ojos. —De acuerdo. Subiremos al piso superior. Si esa cosa intenta entrar aquí, tendremos una mejor vista desde arriba.
Mélanie protestó, con la voz temblorosa. —¡Pero es ahí donde todo comenzó! El desván, los ruidos…
Hugo gruñó, molesto. —¿Quieres quedarte aquí esperando? Yo no. Entonces, muévete.
El final del día traía una calma opresiva sobre la ciudad. Alice, con los dedos nerviosamente aferrados a la correa de su mochila, se quedaba inmóvil frente a la ventana. Sus ojos seguían el lento movimiento de las densas nubes que se acumulaban en la lejanía, como una silenciosa promesa de tormenta. Inspiró profundamente, tratando de apaciguar la agitación que bullía dentro de ella. Partir lejos de la ciudad, lejos de sus problemas, parecía una idea perfecta. Sin embargo, una pizca de duda la detenía.Lucas la había convencido, con su entusiasmo desbordante, de que esa casa a orillas del lago sería el lugar ideal para pasar un fin de semana. —Solo nosotros, la naturaleza y la tranquilidad. Verás, es exactamente lo que necesitamos —le había dicho. Pero en el fondo, Alice no estaba segura de si se trataba de una escapada o de enfrentarse a algo aún más insidioso.Un claxon resonó en la calle. Ella se sobresaltó antes de echar un vistazo hacia abajo. La furgoneta de Lucas estaba allí, c
La mañana llegó suavemente, envuelta en un velo gris. El lago, inmóvil y silencioso, parecía un cuadro congelado en el tiempo. Dentro de la casa, las tablas del suelo gemían bajo los pasos, como si la propia casa respirara lentamente. Lucas fue el primero en levantarse, siempre dispuesto a tomar la iniciativa.—¡Vamos, todos! ¡Despertad! ¡Os he prometido un fin de semana inolvidable y comienza ahora! —exclamó mientras tocaba suavemente la puerta de cada habitación.Alice abrió su puerta con los ojos aún pesados de sueño, pero no pudo ignorar el escalofrío que recorrió su cuerpo durante toda la noche. No había dormido, perturbada por ruidos lejanos que había intentado racionalizar.—¿Qué hora es...? —murmuró, ajustándose la chaqueta.—No te preocupes por la hora —respondió Lucas con su eterna sonrisa—. Hoy es día de relajarse. Pero, bueno, espero que estés lista para explorar un poco.Alice frunció el ceño. No estaba segura de estar de humor para explorar, pero tampoco quería ser la qu
La luz de la mañana, atenuada por densas nubes, bañaba la casa con una extraña penumbra. En su interior, tras un desayuno rápido, el grupo parecía vacilante sobre cómo pasar ese primer día. Las tensiones de la noche anterior se habían disipado ligeramente, pero un velo de inquietud aún flotaba en el aire. Lucas, fiel a su rol de animador entusiasta, se aclaró la garganta para llamar la atención.—Entonces, queridos amigos —dijo con una sonrisa radiante—, ¿qué hacemos hoy? No podemos quedarnos encerrados aquí todo el día, ¿verdad?Hugo, recostado en un sillón de cuero desgastado, levantó la vista hacia él.—Yo voto por quedarme tranquilo. La última cosa que quiero es andar de aventurero en el bosque. Este sofá es perfecto, y aquí tengo todo lo que necesito.—¡Hablas de un espíritu aventurero! —replicó Lucas, alzando los ojos al cielo—. Estamos en un lugar único, Hugo. No se da todos los días la oportunidad de descubrir un lago tan misterioso.Mathias, que limpiaba el objetivo de su cám
El crujido seco resonó en el aire tranquilo, y el opresivo silencio que se había instalado hasta entonces pareció romperse, dando paso a una tensión eléctrica. Lucas se quedó congelado, su mirada oscilando entre los árboles inmóviles y el círculo de piedras que se extendía detrás de ellos.—¿Qué fue eso...? —murmuró Mathias, con una voz apenas audible.Alice, con los ojos abiertos de par en par, retrocedió unos pasos, sintiendo en lo más profundo de sí que debía huir.—No deberíamos quedarnos aquí. Tenemos que irnos... ¡ahora!Lucas intentó disimular su malestar con una sonrisa forzada.—Calma, chicos. Seguramente es solo un animal. Se os ocurre un alboroto por nada.Pero antes de que pudiera terminar su frase, otro sonido surgió: un susurro furtivo, como si algo se deslizara entre las hojas secas. Mathias apretó su cámara contra el pecho, lanzando miradas nerviosas alrededor del círculo de piedras.—¿Un animal? ¿Y por qué no vemos nada? ¿Dónde están los pájaros? ¿Dónde están esos son
La casa descansaba en una oscuridad casi palpable, como si el peso de la noche estuviera tratando de aplastarla. Las paredes se agrietaron en lugares, sonidos difusos, amplificados por el silencio, resonaron como tantos recordatorios de su edad avanzada. En la planta baja, una luz lunar débil llena a través de las cortinas, proyectando sombras en movimiento en las paredes de la sala de estar. En su habitación, Alice, acostada en su cama, miró el techo sin poder cerrar los ojos. Su mente estaba constantemente devolviendo los eventos del día: el claro, las sombras, los crepitaciones. No podía convencerse de que no había nada. Cuando estaba a punto de levantarse para ir a la ventana, sonó un ruido sordo, que parecía venir del exterior. Ella se enderezó, sus sentidos alerta. Entonces, se escuchó otra perturbación, esta vez como un murmullo distante, apenas notable. Sus ojos miraban la ventana, donde una silueta indistinta parecía estar surgiendo, pero en un instante, había desaparecid
La tensión en la sala de estar era palpable. Las caras congeladas, las respiraciones seleccionadas, todo parecía suspendido en un silencio opresivo, hasta que el crujido volvió a resonar. Esta vez, parecía más cerca, casi por encima de ellos. Mélanie instintivamente hacia atrás hacia la pared, sus manos temblando mientras abrazaba la lámpara de antorcha que Hugo la había estirado. -Este ... no es el viento, susurró, sus palabras rotas por el miedo. Lucas dio un paso adelante, su mirada remachada en el techo. Por primera vez, no intenta sonreír, para hacer un comentario ligero para calmar los espíritus. Sus hombros estaban tensos, y sus manos, a quienes trató de mantener relajado, traicionó su ansiedad. "Muy bien", dijo, su tono menos seguro que le hubiera gustado. Subimos. Tenemos que ver lo que está pasando. Alice sacudió la cabeza con fuerza. - No, Lucas. No subimos. Y seguramente no todos juntos. Si algo nos espera allí ... - Qué ? interrumpió a Lucas. ¿Quieres que esperemos a
La nuit a été encore plus oppressante que la précédente. Les murs de la maison semblaient se refermer sur eux, comme si le bâtiment lui-même se nourrissait de leur peur grandissante. Mélanie, assise dans un coin du salon, regardait fixement la porte du sous-sol, espérant qu’elle s’ouvrirait d’elle-même à tout moment.« Nous ne pouvons pas rester ici », murmura-t-elle, plus pour elle-même qu’pour les autres. Cette maison... Ce que nous avons vu... Il va nous détruire.Lucas, appuyé contre une étagère, soupira lourdement.« Combien de fois allons-nous avoir cette conversation ? » Nous ne pouvons pas partir au milieu de la nuit. C’est dangereux dehors.Mélanie se tourna brusquement vers lui, les yeux brûlants.« Et c’est censé être plus sûr ici ? » Vraiment, Lucas ? Pensez-vous toujours que rester ici est une bonne idée ? Si vous ne nous aviez pas emmenés ici...« Oh, assez ! » Lucas répondit en levant les mains. Je vous ai déjà dit que je ne pouvais pas savoir ce qui allait se passer. A