La noche había caído, pero el lago no dormía. Alicia y Sarah se encontraban junto al agua, la mente invadida por una extraña energía que vibraba en el aire. Los eventos anteriores habían fracturado su certeza y su valor, pero sabían que aún les quedaba una batalla por librar. Esta vez no huirían. La casa y el lago ya habían cobrado suficientes vidas, y era hora de romper ese ciclo.
Alicia fijó la vista en el agua, los puños apretados. Las ondas en la superficie respondían a su mirada, como si el lago la llamara de nuevo. Inspiró profundamente, con la voz quebrada.
—Hemos perdido demasiado —murmuró—. Melania, Hugo, Lucas… Marc. Y ahora esta casa quiere arrebatarnos también. Pero no podrá. Esta vez no.
Sarah, con los brazos cruzados, observaba el bosque que las rodeaba. Los árboles parecían más cercanos que antes, sus sombras alargadas fundiéndose con el lago.
—Estamos atadas a este lugar —dijo en voz baja—. Aunque dejemos la casa, aunque huyamos… siempre estará con nosotras.
Alicia se