NORA
Desciendo las escaleras como si mi vida dependiera de ello, pero en realidad no estoy huyendo.
Me estoy alejando.
De la mentira.
De él.
De mí con él.
Mi aliento choca contra mis costillas.
Mi ira late en mis sienes.
Siento que todo en mí está expuesto, que mi piel arde por haber sido tocada por sus manos, que soy un campo de brasas y vergüenza mezcladas.
Me hizo creer que era libre.
Que elegía.
Que firmaba un consentimiento.
Cuando en realidad... entraba en una jaula dorada.
Ni siquiera sé qué me duele más.
Haberlo creído.
Haberlo deseado.
O haber tenido fe, por un instante, en algo verdadero.
Estoy casi en la puerta, cuando su voz me golpea.
Fría.
Calma.
Cortante.
— Nora, sube ahora.
Me quedo paralizada.
Instantáneamente.
Mi cuerpo reacciona antes de que mi mente comprenda.
Lo odio. Esta docilidad incrustada. Esta sumisión reflexiva.
Pero me detengo.
Me doy la vuelta. Lentamente.
Él está ahí, en la sombra, en la parte superior de la escalera, con los brazos cruzados, la mirada d