Siete años de mi vida, ya no te debo nada
Siete años de mi vida, ya no te debo nada
Por: Alba Boreal
Capítulo 1
Se dice que todo hombre guarda en el fondo del corazón a una mujer imposible de olvidar.

Liana Bailon siempre creyó que Xavier Alcocer era la excepción. Al fin y al cabo, lo suyo había sido un amor nacido en la juventud, profundo y compartido.

Pero este mundo no es más que un enorme escenario para los amores imposibles.

Y Xavier, al parecer, tampoco logró escapar de ese lugar común.

Liana había estado con Xavier desde los dieciocho años. Para cuando se dio cuenta, habían pasado ya siete años completos.

Más de dos mil días y noches a su lado. Compartieron la intimidad, el cuerpo, la rutina y aun así, todo eso no pudo competir con un solo destello que él había vivido en su juventud.

Pensándolo bien, resultaba casi ridículo.

Siete años no le bastaron para entender el corazón de un hombre.

Entonces, ¿cuánto amor hacía falta para que él estuviera dispuesto a guardar a otra persona tan profundamente en su pecho durante tantos años?

La distracción de Liana incomodó al hombre que se movía con intensidad sobre ella. Se mostró molesto y, sin poder contenerse, le lanzó una advertencia en voz baja para que dejara de distraerse.

Xavier siempre había sido especialmente intenso en la cama.

En ese momento, sin querer, golpeó la mesita y volcó una cajita negra.

Reaccionó rápido y la atrapó antes de que cayera sobre el cuerpo que tenía debajo.

Tal vez porque nunca la había visto antes, preguntó con una curiosidad poco común:

—¿Y esto qué es?

Liana, sin emoción alguna, tomó la caja y la lanzó a un lado. Luego rodeó su cuello con los brazos y rozó su manzana de Adán.

—¿En un momento así todavía te distraes? —susurró—. ¿Ya te cansaste de mí?

Xavier no pudo resistirse. La pregunta quedó inmediatamente olvidada.

Mientras él se perdía en ella, Liana giró la cabeza y miró la caja negra abandonada a un costado. Sus ojos se humedecieron.

“Xavier, nunca sabrás qué hay dentro de esa caja.”

Un mes antes, Nova Capital había salido a bolsa con éxito. Los amigos del círculo de Xavier organizaron una pequeña celebración privada para él.

Liana asistió arreglada con esmero. Planeaba pedirle matrimonio esa noche.

Eso debería haber sido cosa de él.

Pero Liana lo amaba demasiado. Tanto, que estaba dispuesta a dejar a un lado el orgullo y la reserva que se esperan de una mujer, y ser ella quien diera el paso.

Nadie sabía que llevaba esperando ese día siete años enteros.

Xavier tenía una ambición profesional enorme. Por él, Liana cambió la carrera que le gustaba y eligió finanzas, aun sin sentir afinidad alguna.

Tras graduarse, rechazó una oferta de una universidad extranjera de prestigio y entró a trabajar en Nova Capital para ayudarlo.

Empezó desde el puesto más bajo y fue ascendiendo paso a paso hasta convertirse en su secretaria general.

Las dificultades de ese camino solo ella las conocía.

En los momentos en que el amor la desbordaba, Liana estuvo a punto de preguntarle muchas veces:

“¿Te casarías conmigo?”

Pero al final siempre se contuvo.

Su madre solía decir que ni el amor ni los regalos se piden con la mano extendida.

Lo que se da voluntariamente es preferencia; lo que se pide es caridad.

Además, Xavier nunca fue de expresar sus sentimientos con palabras.

Y durante todos esos años, a su lado solo había estado ella. Nunca apareció otra mujer.

Todo parecía fluir de manera natural, como si el desenlace fuera inevitable.

Por ese futuro, Liana había luchado sin descanso por la empresa, sin distinguir jerarquías ni medir sacrificios.

Había bebido tanto y entrado tantas veces al hospital que ya había perdido la cuenta.

La vez que sufrió una intoxicación alcohólica y un aborto, estuvo a punto de morir en la mesa de operaciones.

Su mejor amiga, Ana Banes, le preguntó:

—Después de rozar la muerte, ¿no te arrepientes? ¿De verdad vale la pena quedar así por un hombre?

Liana asintió sin dudar.

—Vale la pena.

Ana incluso le puso un apodo.

La guerrera del amor.

—Espero que no pierdas —le dijo.

En ese entonces, Liana respondió con absoluta certeza:

—Xavier no me dejará perder.

Esa convicción fue lo que la sostuvo hasta el día en que la empresa salió a bolsa.

Nadie sabía que, el día en que Xavier asistió a la ceremonia de salida a bolsa, ella se encerró en su habitación y lloró desconsoladamente.

Cuando terminó de llorar, se secó las lágrimas y empezó a preparar la sorpresa de la propuesta.

No tenía alternativa. Xavier estaba demasiado ocupado.

Tras la salida a bolsa, tenía muchos proyectos que impulsar y debía atender felicitaciones de familiares, amigos y socios. No habría tiempo para pensar en ellos.

Así que decidió actuar por su cuenta.

Ayudarlo a compartir la carga.

Aunque se había preparado mentalmente, cuando llegó el momento, Liana estaba tan nerviosa que apenas podía respirar.

De pie frente a la puerta, regulaba la respiración una y otra vez, frotándose las manos temblorosas.

Temía que, antes siquiera de empezar, la voz se le quebrara y no pudiera recitar los votos que sabía de memoria.

Dentro del salón, la fiesta estaba en su punto. Alguien hablaba con entusiasmo.

—Oye, ¿sigues en contacto con Lucía Baez?

—¿Lucía? ¿La del primer amor de Xavier? ¿Por qué la pregunta?

—Escuché que va a regresar al país.

—Entonces Xavier podría retomar esa historia, ¿no?

La mano de Liana, que temblaba por la emoción, se quedó de pronto inmóvil.

—La verdad, el papá de Lucía ha tenido mucha influencia estos últimos años. Si Xavier se casa con ella, sería una gran ayuda tanto para él como para la empresa. Talento y belleza, familias del mismo nivel.

—Y además es su amor de juventud. Éxito en el trabajo y en el amor.

Quien hablaba era Sancho Morillo, amigo de la infancia de Xavier.

Siempre decía que había crecido junto a Xavier desde niños, más unidos que hermanos de sangre, y por eso nadie ponía en duda una sola de sus palabras.

“¿Xavier… tenía otra persona en su corazón?”

El corazón de Liana se contrajo sin previo aviso.

—¿Y qué pasa con Liana? —preguntó alguien—. Ha estado con Xavier tantos años. Si no tiene méritos, al menos tiene sacrificios.

Sancho se encogió de hombros.

—Con darle dinero basta.

—Y si de verdad le gusta tanto, después de casarse puede seguir teniéndola.

Al final, todos a su alrededor hacían lo mismo: la esposa en casa, las aventuras afuera.

Afuera de la puerta, los dedos de Liana estaban tan apretados que ya no sentía dolor.

Necesitaba escuchar la respuesta de Xavier.

Deseaba que él los refutara de inmediato. Que dijera que a quien amaba era a Liana, y que con quien pensaba casarse era con ella.

Pero esperó mucho tiempo y lo único que escuchó fue su voz, ligera, casi indiferente:

—¿Desde cuándo se volvieron tan chismosos?

No negó nada. Tampoco lo afirmó.

Sonó más bien a aceptación.

—Ya, ya, en un día tan bueno hay que hablar de cosas más intensas. Me estoy quedando dormido —dijo Sancho, incorporándose del sofá para animar el ambiente.

Era un Don Juan, famoso por cambiar de mujer más rápido que de ropa. Siempre proponía juegos cada vez más atrevidos.

—A ver, ronda de confesiones. Cada quien diga la cosa más emocionante que haya hecho.

—Diversión en el carro —dijo alguien.

Sancho se burló.

—¿Eso te parece emocionante?

—En un tren.

El cuarto estalló en gritos y risas.

—¡Este sí sabe vivir!

Sancho se volvió hacia Xavier, que parecía aburrido.

—¿Y tú, Xavier? ¿Qué es lo más intenso que has hecho?

Xavier pensó unos segundos antes de responder:

—Ser el tercero por amor.

El salón entero explotó.

Era Xavier.

Heredero de una de las familias más poderosas de Puerto Ríos. ¿Qué mujer no podía tener?

Si no fuera amor verdadero, jamás habría llegado tan lejos.

Sancho fue quien reaccionó con más fuerza. Su voz atravesó la puerta como un golpe.

—¡Es Lucía, eh! ¡Lo sabía! Antes tú la amabas, ella amaba a Enzo Mandujano, y tú te convertiste en el tercero por amor. ¡Xavier, eres un auténtico guerrero del amor puro!

Las carcajadas cayeron sobre Liana como cubetas de agua helada.

Sintió un frío que le caló hasta los huesos.

El estómago se le revolvió sin control y se fue agachando poco a poco.

Sancho seguía hablando.

—Dime la verdad, Xavier. El diez de octubre, ¿te viste con Lucía?

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Xavier.

—Ella subió algo a sus redes. Dijo que reencontrarse es lo más romántico del mundo. Supe de inmediato que eras tú.

—¿Y hubo avance esa noche? ¿Reavivaron la pasión de un solo golpe?
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP