Al escucharla, Santiago sintió a la vez lástima y admiración.—Xavier tiene mucha suerte. Contar con alguien como usted, no es de extrañar que su carrera haya sido tan exitosa.—Es usted muy amable, señor Santiago. En comparación, alguien que levantó su empresa desde cero como usted es aún más digno de admiración.Aunque eran frases propias de una mesa de copas, Santiago quedó claramente complacido.—Por eso me gusta hablar de negocios contigo. Siempre dices justo lo que uno quiere escuchar. Ven, esta copa es por ti.—Su hígado no anda bien. Esta me la tomo yo. Yo me la bebo completa, usted solo acompaña.A Santiago le gustaba tratar con gente directa, y por eso apreciaba el carácter de Liana.Cuando ella terminó la copa, se apresuró a detenerla.—No te exijas tanto. Este proyecto lo firmo solo contigo. Venga quien venga, no cambia nada.—Entonces, muchas gracias, jefe—dijo Liana, sirviéndole personalmente otra copa.Santiago notó que su rostro no estaba bien.—Liana, ¿estás enferma? T
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