Brisa quedó hospitalizada, así que Liana no tenía más remedio que quedarse en el hospital para cuidarla.
Había salido con tanta prisa que no llevó nada consigo, así que necesitaba regresar un momento a casa para recoger lo indispensable.
Antes de irse, Liana avisó a la enfermera y salió corriendo hacia los elevadores.
No podía ausentarse por mucho tiempo; cada minuto contaba.
El elevador se detuvo justo en su piso, aunque las puertas ya estaban a punto de cerrarse.
Liana gritó de inmediato:
—¡Espere!
Presionó el botón con rapidez y, justo antes de que las puertas se cerraran por completo, logró abrirlas.
Aún estaba celebrando haberlo alcanzado cuando, al ver con claridad a quienes estaban dentro, se quedó paralizada.
Lucía se sorprendió al verla.
—Secretaria Liana, ¿qué haces aquí? ¿No habías regresado a la empresa?
A su lado, Xavier mantenía la misma expresión fría de siempre. La aparición de Liana no provocó en él la menor reacción.
La miraba igual que a una desconocida.
Por pura cor