Sancho, cuando empezaba con el chisme, no sabía cuándo parar.
Los demás dentro de la habitación también lo alentaban sin descanso; el ruido era ensordecedor.
Liana ya no alcanzaba a distinguir qué estaba diciendo Xavier. Solo sentía cómo el estómago se le retorcía con violencia.
Pero ese dolor no llegaba ni a una décima parte del que le atravesaba el pecho.
Diez de octubre.
El mismo día en que sufrió una intoxicación alcohólica y perdió al bebé.
Mientras ella cruzaba sola la puerta de la muerte, él estaba reencontrándose con el amor que nunca había olvidado.
—Señorita, ¿se encuentra bien? ¿Se siente mal?
Una mesera que pasaba por ahí se asustó al ver a Liana en cuclillas, pálida como el papel.
Liana le pidió que llamara a una ambulancia.
Cuando ya estaba recostada en la camilla de la ambulancia, empapada en sudor frío, recibió la llamada de Xavier.
De haber sido otro día, por cansada o adormecida que estuviera, habría contestado de inmediato.
Pero ese día le dolía demasiado.
Le dolía tanto que no quería ocuparse de nada, ni desear nada.
Ni siquiera a Xavier.
***
Liana permaneció cinco días internada en el hospital. Era gastritis severa.
Consecuencia directa de no haberse cuidado después de la intoxicación y el aborto espontáneo anteriores.
Durante esos días, Xavier no la buscó ni una sola vez.
Ni un mensaje.
Tal vez, desde el principio hasta el final, ella siempre había sido prescindible en el mundo de Xavier.
Solo que antes no lo había querido ver.
El lunes, Liana regresó a la empresa. Apenas llegó, su asistente, Fabia, se le acercó con aire conspirador para contarle un chisme.
—Liana, ¿ya te enteraste? En Nova Capital va a llegar alguien directo a un puesto alto. ¡Y es mujer!
—¿Directo? —Liana frunció el ceño, desconfiada.
Xavier siempre había sido estricto al elegir personal. Incluso ella había empezado como pasante desde el nivel más bajo.
En la empresa nunca había existido un antecedente así.
Pero Fabia insistió con seguridad:
—¡Es verdad! Vi la carta de nombramiento firmada por el propio Xavier. ¡Directora del tercer departamento de inversiones!
El corazón de Liana dio un vuelco.
Ese era el puesto que Xavier le había prometido a ella.
Durante años, Liana se había dejado la vida por la empresa. Todos en la empresa lo sabían.
Según las reglas de ascenso, ya llevaba tiempo calificada para ser directora y capaz de liderar proyectos por su cuenta.
Pero Xavier había dicho que estaba acostumbrado a tenerla como su secretaria y que no encontraba a nadie que la reemplazara, por eso ella seguía en ese departamento.
También le había prometido que el cargo de directora del tercer departamento de inversiones siempre sería suyo.
Que, una vez lograda la salida a bolsa, él mismo firmaría su ascenso.
—¿En serio? —preguntó, tratando de sonar tranquila, aunque el párpado le temblaba—. ¿Cómo se llama?
—Recuerdo que se llama Lucía—respondió Fabia—. Solo le eché un vistazo rápido.
Los dedos de Liana se estremecieron. La taza que sostenía cayó al suelo y el agua caliente salpicó por todas partes.
Fabia se sobresaltó.
—¿Te quemaste?
—No.
El agua no estaba tan caliente, pero ella sentía un ardor mucho peor.
—Lucía Baez—dijo.
Fabia se quedó atónita, sin reaccionar de inmediato.
—¿Qué?
Liana respiró hondo.
—Se llama Lucía Baez. Es la que va a asumir como directora del tercer departamento de inversiones.
—¡Ah, claro! ¡Ese nombre! —exclamó el asistente—. Liana, ¿la conoces?
—No.
Liana recogió la taza y fue a llenarla de nuevo.
La noticia del nombramiento se propagó rápidamente por toda la empresa. Muchos fueron a preguntarle a Liana para confirmarlo.
Respondió una y otra vez, cada vez más cansada, hasta que finalmente perdió la paciencia.
—Si tienen tanta curiosidad, ¿por qué no van a preguntarle directamente a Xavier?
Cuando su voz cayó, la oficina del presidente quedó en silencio unos segundos.
Luego se escuchó la voz suave de una mujer.
—Xavi, parece que el carácter de tus empleados es un poco fuerte.
Liana alzó la vista hacia donde provenía el sonido y la escena le hirió los ojos.
Allí estaban ellos dos, de pie uno junto al otro.
Después de varios días sin verla, la mirada de Xavier pasó por Liana sin detenerse, fría y distante, mientras presentaba a la mujer que tenía a su lado.
—Les presento a la nueva directora del tercer departamento de inversiones, Lucía Baez. A partir de ahora, todos los proyectos del área estarán a su cargo.
Todos la saludaron uno tras otro.
Lucía sonreía con amabilidad, dirigiéndose a cada persona.
—Mucho gusto. Espero contar con su apoyo de ahora en adelante.
También había traído pequeños regalos de bienvenida. Xavier los llevaba en la mano.
Liana esbozó una sonrisa irónica.
Cuando antes caminaba junto a Xavier, siempre era ella quien cargaba todo; él jamás se ofrecía a ayudar.
Pero con Lucía, sí.
Al final, amar o no amar, sí que marca la diferencia.
Lucía también le entregó un pequeño obsequio a Liana: un reposamuñecas para mouse.
—Qué coincidencia —dijo Lucía al ver el que había sobre el escritorio de Liana—. Tenemos el mismo.
Luego se volvió hacia Xavier.
—Xavier, hasta en esto tienen el mismo gusto.
Después sonrió con cierta incomodidad hacia Liana.
—Los compramos juntos. No pensé que elegiríamos el mismo. Si te molesta, luego te traigo otro.
—No te preocupes, no me molesta —respondió Liana, aceptándolo.
Xavier le dio una instrucción:
—Liana, acompaña a Lucía para que conozca la empresa.
Liana no tenía motivo para negarse.
Una de las reglas del secretariado de la empresa era clara: las órdenes del presidente estaban por encima de todo.
Lucía parecía realmente amable. Hablaba con todos con cortesía y suavidad.
Además, su belleza era impecable. Un rostro perfecto.
Después de todo, alguien capaz de convertirse en el amor imposible de Xavier no podía ser una mujer cualquiera.
Tras recorrer las instalaciones, Lucía pidió ver su oficina.
Esa oficina se había terminado de acondicionar apenas dos semanas antes.
Liana había supervisado personalmente cada detalle.
La distribución y el mobiliario estaban diseñados completamente según sus gustos.
Ella era quien más había esperado sentarse allí algún día.
Del mismo modo en que había deseado, durante años, casarse con Xavier.
Pero ahora, ni el amor ni la carrera habían sido suyos.
—Me encanta esta oficina —dijo Lucía satisfecha—. Es más cálida de lo que imaginaba y además está muy cerca de Xavi.
Ansiosa por compartir esa alegría, dejó sola a Liana y fue apresurada a la oficina de al lado.
Liana se quedó de pie, sola, sintiéndose como una payasa.
Miró el espacio que había diseñado con tanto cuidado y sintió que algo le estrujaba el corazón.
Le faltaba el aire.
***
La reunión semanal del mediodía era uno de los encuentros más importantes de la empresa. Toda la empresa se preparaba con extremo rigor.
Nadie se atrevía a llegar tarde. Liana tampoco.
Excepto Lucía.
Aunque acababa de incorporarse, rompió sin titubear la norma que Xavier había establecido personalmente.
Liana pensó que Xavier se enfadaría.
Al menos, que la reprendiera.
Pero no dijo nada. Ni una sola palabra dura. Solo le indicó con calma a Liana que repartiera los documentos de la reunión.
En ese instante, ella quedó aturdida.
De pronto recordó sus días como pasante. Aquella vez que llegó tarde por tener fiebre debido a una gripe y fue señalada y criticada por Xavier frente a toda la empresa.
Él olvidó por completo que ella se había contagiado cuidándolo a él.
Después, ella se había quejado y sentido injustamente tratada.
Xavier le explicó que la empresa estaba empezando y necesitaba imponer disciplina.
Y ella había sido el ejemplo.
Se convenció a sí misma de que él solo separaba lo personal de lo profesional.
Años después, esa escena volvió como una bofetada sonora, estrellándose contra el rostro de Liana.
Resultó que Xavier también sabía mezclar lo personal con lo profesional. Solo que la persona por la que lo hacía no era ella.
Entre una persona y otra siempre hay diferencias, igual que entre ser amado y no ser amado.