Era jueves. El evento anual de relaciones comerciales de la firma. Todo estaba perfectamente organizado: catering, protocolo, presentaciones impecables, invitados de peso y cámaras por todas partes. Yo llevaba un vestido negro ajustado hasta la rodilla, discreto, pero lo suficientemente provocador como para que Fabián no dejara de mirarme desde su oficina desde que llegamos.
—Deja de verme así —le dije cuando me tomó de la cintura antes de bajar al salón de eventos.
—No puedo evitarlo —susurró en mi oído—. Estoy intentando ser profesional, pero te ves tan jodidamente rica…
Solté una risita nerviosa mientras lo empujaba hacia el ascensor. No podíamos llegar tarde.
Ya en el evento, todo transcurría con normalidad. Las presentaciones fluyeron, los inversionistas parecían satisfechos, y a pesar de los nervios, todo el equipo se mostraba impecable.
Hasta que apareció Thomas.
Me buscaba con ojos de lobo hambriento cada vez que podía. Alto, engreído y con esa risa idiota que disfrazaba de “e