Habían pasado cinco meses. **cinco meses de amor, de calma, de risas y noches largas entre caricias**. Era como si, después de tanto infierno, la vida nos hubiera dado un pedazo de cielo.
Fabián y yo habíamos logrado estabilizarnos, **nos reconstruimos**, y con cada día que pasaba me enamoraba más de su versión paciente, de su hombre celoso pero respetuoso, de su risa de madrugada y de cómo me abrazaba sin decir nada cuando me sentía insegura.
En el trabajo todo iba mejor que nunca. La alianza con la empresa de mi padre fue un éxito rotundo. **Las reuniones que antes eran campos de batalla, ahora eran terreno fértil para ideas compartidas**. Ver a Fabián y a mi papá conversar sin tensión, incluso bromear, era algo que nunca creí que llegaría a presenciar. Y sin embargo, allí estaban, hasta planeando un nuevo proyecto internacional juntos.
**La noticia de nuestra relación ya no era un secreto.** Hace poco fuimos a cenar con mis padres y, con una mezcla de nervios y emoción, les contamo