Soy una estúpida.
Así, sin rodeos. Una completa estúpida.
¿Por qué lo llamé? ¿Por qué siempre termino en lo mismo? ¿Por qué me dejo arrastrar por las putas ganas de sentirlo cerca, como si eso fuera amor, como si eso fuera real?
Apenas colgué y escuché esa risa de Verónica burlándose en mi oído, supe que me había fallado a mí misma. No eran solo ellos los que me rompían. Era yo. Era yo, traicionándome otra vez.
Me abracé con fuerza. Lloraba y me culpaba. *No debí llamarlo*. *No debí esperar nada*. *No debí dejar que me doliera*.
Y entonces, entre el llanto, el celular vibró sobre la mesa.
**Fabián.**
El nombre apareció como una daga. Me congelé. Respiré agitada. No podía contestar. No debía. Con todo el dolor, deslicé el dedo y rechacé la llamada.
Volvió a llamar. Dos veces. Tres. Cuatro.
Y todas, todas las rechacé. Me ardía el pecho. ¿Para qué llamaba? ¿Para confirmar que estaba con ella? ¿Para qué? ¿Para que yo escuchara cómo ella lo envolvía otra vez?
El celular vibró con un nuevo