El resto del día lo dediqué por completo al proyecto. Me sumergí en los documentos, los análisis financieros, los planes de inversión y los objetivos compartidos entre la empresa de mi padre y la de Fabián. Quería estar lista. Quería demostrar que más allá del caos emocional que me había sacudido los últimos meses, seguía siendo una profesional capaz.
No volví a ver a Fabián en todo el día.
Ni un mensaje. Ni una aparición inesperada.
Y esa ausencia, lejos de tranquilizarme, me mantuvo tensa. Él no era de los que se rendían, y que no insistiera… me desconcertaba más.
Al caer la noche, cené algo ligero en la habitación, no tenía ganas de bajar al restaurante. Me puse una mascarilla para la cara, me até el cabello en un moño desordenado y continué leyendo hasta que el portátil se me cerró solo, sin batería. Me quedé dormida entre los apuntes, con el cuerpo rendido y la mente aún dando vueltas en círculos.
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La mañana siguiente desperté con la alarma de mi celular. Me di una ducha rápid