No sabía si estaba temblando de rabia, de nervios, o de la absurda necesidad de volver a sentirlo. Llevaba horas preguntándome qué quería decirme Fabián. ¿Por qué una cena? ¿Por qué ahora?
Me puse el vestido negro que había dejado sobre la cama, junto a la nota: *"Para la cena del lunes."* Nunca mencionó cena. Solo la reunión de negocios. El detalle me había pasado de largo, y ahora me parecía parte de un juego del que no quería seguir siendo pieza… pero del que no podía escapar del todo.
Me miré en el espejo una última vez. El vestido me ceñía como una segunda piel, con un escote justo, una caída perfecta en las piernas. Me veía… elegante, segura, pero por dentro… estaba hecha un desastre.
Cuando tocaron la puerta, era el chofer. No hubo palabras, solo un gesto con la cabeza para que lo siguiera.
Bajé al parqueadero del hotel en donde me esperaba un auto cuando subí, me di cuenta que Fabián no estaba.
Seguimos un recorrido y en cada km yo sentía que mi corazón latía a mil, estás ansi