Capítulo 33

Miré a Fabián con toda la rabia contenida y, sin decir una palabra más, salí de su oficina con el corazón vuelto nada. Sentía un nudo en el pecho, como si cada paso lejos de él me desgarrara por dentro… pero también me sostenía el orgullo. Me senté en mi escritorio y traté de concentrarme, obligándome a seguir con mis labores como si nada pasara.

La mañana transcurrió en medio de informes, correos atrasados y un silencio que por momentos me calmaba y por otros me desesperaba. Fabián no apareció más. Ni una mirada. Ni una palabra. Era como si yo no existiera.

Verónica regresó después del almuerzo, con su andar de reina y esa sonrisa de plástico que me enfermaba. No los vi salir hasta que la oficina comenzó a vaciarse. Me apresuré a guardar mis cosas. No quería encontrármelos en el pasillo, ni mucho menos tener que cruzar miradas.

Aceleré el paso hacia el ascensor, pero justo cuando doblé la esquina escuché esa voz fingidamente dulce, repulsiva:

—Vamos, Fabián, llévame contigo a la mans
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