Capítulo 32

De la nada, Fabián se detuvo. Me miró con intensidad, con esa mezcla entre furia y deseo que me desarmaba sin aviso. Su boca se apoderó de la mía con rabia, con enojo… con dolor. Y yo, como una maldita tonta, ya estaba rendida a sus pies.

—**¿Estás segura, Ana? ¿De verdad quieres dejar esto?** —susurró contra mi cuello mientras lo llenaba de besos que ardían.

Solo fueron unos toqueteos, unos suspiros a medias, y ya me tenía atrapada otra vez.

**¿Qué putas me pasa? ¿Por qué siempre vuelvo?**

—**Fabián, me haces daño... Me estás lastimando con tus actitudes** —dije, con la voz temblorosa, casi suplicando algo que ya sabía que él no me daría.

Me miró con esos ojos oscuros, cargados de ironía.

—**Cuánto me gustaría creerte...** —espetó con desprecio, como si mis palabras le resbalaran.

Se reincorporó con frialdad, dejándome ahí, encendida por él… y al mismo tiempo, vacía.

Como si pudiera encenderme y apagarme a su antojo.

—**Ana, pasa todas las noches conmigo en la mansión.** —Su tono fue seco, autoritario. Una orden, no una petición.

Y así… volvíamos al maldito círculo.

—**No, Fabián. No más juegos.** —Me puse de pie, intentando recobrar algo de dignidad, de valor.

Su rostro se transformó por completo.

—**¡¿Qué m****a es esto?! ¿Es que realmente tienes a alguien más?!** —gritó, lleno de furia.

—**No hay nadie, Fabián. Pero tampoco puedo seguir así…** —murmuré bajando la mirada, sintiéndome pequeña.

—**¿Entonces qué quieres, Ana? ¡Dímelo! ¿Qué carajos quieres para seguir pasando las noches conmigo?** —preguntó como si lo que estaba diciendo no fuera tan miserable como sonaba.

—**Que me ames como antes... que me des mi maldito lugar. Que no sea solo una más en tu cama. Que no me trates como a una puta.** —escupí las palabras con el corazón hecho trizas.

El silencio se apoderó de la habitación.

Fabián me miró como si quisiera romper todo.

—**Todo esto es tu maldita culpa, Ana.** —dijo, su voz se volvió cruel—. **¿Y ahora quieres que retrocedamos el tiempo? ¿Como si nada? Te trato como tú misma te pusiste. Jugaste a ser coqueta, a ser fácil… ¿y te molesta que te trate como tal?**

Sentí un puñal directo al pecho.

—**El novio de la ofrecida…** —añadió, escupiendo veneno con cada palabra.

Todo estaba mal.

Ese rumor estúpido.

Mi maldito error de ocultar llamadas y mensajes de mi papá.

Si no hubiera mentido, si no hubiera sembrado la duda…

Tal vez Fabián no estaría tan envenenado, tal vez aún me vería con los ojos del amor.

—**Entonces hasta aquí llega esta m****a, Fabián.** —dije con firmeza, girándome para salir.

—**¡ESA M****A NO LA DECIDES TÚ!** —rugió detrás de mí, al borde de explotar.

Me detuve. Lo miré con el alma hecha pedazos.

—**¿Entonces qué, Fabián? ¿Vas a obligarme a estar contigo?** —pregunté, temblando de rabia y tristeza—. **¿Vas a encerrarme en tu mansión como a tu juguete favorito? ¿Eso es lo que necesitas para seguir sintiéndote hombre?**

Él no respondió. Pero en sus ojos… en esos malditos ojos, estaba todo: la furia, la impotencia, y esa adicción enferma que no nos dejaba terminar.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP