Capítulo 14

Me subí al bus, temblando. Sentía un vacío en el pecho. No podía permitirse ser tan sucio, tan bajo. Me quería manipular… y lo peor es que sabía cómo.

Llegué a casa agotada, empapada y con la cabeza a punto de explotar. Cociné algo rápido, nada con sabor, pero suficiente para no irme a la cama con el estómago vacío. Solo quería dormir.

Pero justo cuando me metía en la cama…

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!

Golpes secos y fuertes en la puerta. Bajé de inmediato.

Mi casa, aunque enorme, ahora parecía un eco de lo que alguna vez fue. Ya no estaba Rosita, mi ama de llaves, la mujer que me crió. Se fue llorando porque no podía seguir pagándole. Me dolió tanto… parecía que todo se me venía abajo.

Bajé con el corazón latiéndome en la garganta. Pensé que sería Diana. Ella tenía copia de la llave… ¿por qué no entraba?

—¿Quién es? —pregunté, dudando.

—¡ABRE LA MALDITA PUERTA! —gritó una voz que me heló la sangre.

Era Fabián.

—¡Ve a dormir o llamo a la policía! Tienes que aceptar que tu juguete sexual se cansó —le grité desde el otro lado.

—¡Ana, maldita sea, no juegues conmigo! ¡Abre ahora mismo! —su tono bajó un poco, parecía aterrado… y sin pensarlo, abrí.

Ahí estaba, sudado, despeinado, algo borracho. Con los ojos enrojecidos.

—¿Qué pasa, Fabián? ¡Es tarde! ¡No armes escándalos!

—¿Con quién estabas? —preguntó de frente, sin rodeos—. No fue suficiente engañarme aquella vez…

Y entonces me detuve. ¿A qué se refería?

Aquel rumor… ese rumor de hace cuatro meses. Cuando parecía que lo nuestro era algo real. Entre sus socios y mis conocidos corrió la voz de que yo estaba saliendo con alguien de mi edad, “más apropiado”, decían. Como siempre fui coqueta, aunque jamás regalé un beso, muchos especularon que yo me iría con ese otro chico. Y como Fabián insistía en que yo escondía algo porque siempre escondía mi celular, pero era delas llamadas y mensajes de mis papás… jamás creyó siempre quise ocultar era la bancarrota de mi familia. Sentía vergüenza. Y lo oculté hasta hoy que me entere que todo este tiempo lo sabía.

Desde entonces, él cambió. Se volvió frío, hiriente. Y me relegó a ser “solo una más”.

—¿Entonces, Ana? ¿Con quién carajos estabas? ¿No soy suficiente? ¿Quieres lujos, regalos caros?

—¡Eres un maldito patán! —le grité con el alma—. ¡Siempre tuve todo! ¡Tu dinero me da asco!

Y con fuerza añadí—: LÁRGATE DE MI CASA. No voy a permitir que me sigas tratando así. Cada día eres peor.

—Claro… quieres que me largue porque seguro él está esperándote —dijo con desprecio.

—¡VETE, FABIÁN!

Pero no se movió. Me haló de golpe y dijo con decisión:

—Me voy a quedar esta noche.

Sabía perfectamente cómo llegar a mi habitación. Antes, cuando todo era distinto, cuando reíamos, cocinábamos, cuando me hacía sentir querida, venía muy seguido. Pero ese Fabián… ya no existía.

Y yo no sabía si quería que volviera… o si ya lo había perdido para siempre.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP