Capituló 15

Fabián me haló con fuerza, casi arrastrándome por las escaleras como si estuviera desesperado por encontrar a alguien escondido, como si la rabia lo cegara. Abrió la puerta de mi habitación de un sopetón, con un golpe seco que retumbó por toda la casa.

Sus ojos se clavaron de inmediato en la cama. Las cobijas estaban desordenadas en un rincón, marcadas con la silueta perfecta del cuerpo que minutos antes había estado ahí. El mío.

—¿Qué buscabas? ¿Un fantasma? —le pregunté con el corazón latiendo a mil, mientras intentaba soltarme.

Pero no respondió. Solo me miró con esos ojos oscuros, envenenados por los celos, por el orgullo. Me haló más fuerte, hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados y sin más, me besó. Con rabia. Con furia. Con ese deseo que solo él sabía conjugar con el odio.

—¿Por qué sencillamente no pudiste seguir callada como los últimos cuatro meses? —me susurró con decepción, con esa frialdad que cortaba—. ¿Por qué no te quedaste en la mansión sin más? Ser mi compañía en las noches frías... eso era suficiente.

—No pienso seguir siendo tu juego. Tu maldito y estúpido juguete sexual —escupí las palabras sin titubear.

Me soltó apenas un segundo, lo justo para mirarme con esa mirada suya, oscura, cruel, herida.

—Seguro ya tienes a alguien más, ¿no? —me dijo en tono fuerte, con los ojos entrecerrados y la mandíbula tensa.

—No tengo a nadie, pero qué más da. Igual, ¿a ti qué te importa?

Sus pupilas se dilataron. Dio un paso más hacia mí.

—¿Por qué tienes que ser así… tan coqueta, tan… tan...? —me apretó la mandíbula con fuerza, obligándome a mirarlo.

Sentí su respiración agitada.

—Eres mía —dijo con un tono casi posesivo, enfermo—. Te guste o no… no voy a dejar que otro te toque.

—Fabián… tú no me quieres —le dije con voz rota—. Al principio fue un idilio, un sueño. Parecía que lo nuestro iba a ser algo de verdad. Pero desde que comenzaron esos rumores… tú me convertiste en esto. Tú me hiciste sentir como nada.

—¡CÁLLATE! —gritó.

Se apartó un segundo, como si no pudiera escucharse a sí mismo. Se llevó las manos al cabello, respirando con rabia.

—¿Eres tan descarada que aún dices que solo fueron rumores? —bufó—. ¿Tú crees que soy estúpido? ¡Yo te di la oportunidad! ¡Te mostré que quería algo real! ¿Y tú qué hiciste?

—¡Fuiste tú quien cambió! —le respondí con lágrimas en los ojos—. Yo solo quería proteger lo poco que me quedaba, esconder lo que pasaba con mi familia, no quería darte lástima… ¡y tú lo malinterpretaste todo!

—Pues ahora es demasiado tarde, Ana —me dijo con la voz tan baja que me estremeció—. Ahora eres mi juguete. Eres mía. Y te va a quedar muy difícil deshacerte de mí.

Se acercó de nuevo, sus labios peligrosamente cerca de los míos.

—Te deseo como el primer día —susurró.

—Pues yo ya no soy la misma de antes —le respondí, con el corazón desgarrándose.

—Eso lo veremos esta noche —dijo con un tono cargado de deseo, pero también de dolor, de rabia contenida.

Y entonces, se acercó como si fuera a besarme de nuevo, pero esta vez no hice nada. No por ganas. Por vacío.

Yo también me estaba perdiendo.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP