El timbre sonó como un disparo en medio del silencio.
No me había movido de la cama en horas. ni siquiera recordaba en que momento me había quedado dormida, seguía con la misma ropa, la misma tristeza, la misma desesperanza.
—¡Abre! ¡Soy yo, Diana! —gritó del otro lado de la puerta—. ¡ANA!
Arrastre los pies hasta la entrada, y apenas abrí. Diana me abrazo con fuerza. No dijo nada de inmediato. Solo me sostuvo.
—Mierda, Ana… todo esto se está enredando horrible. —Me miró con los ojos al borde del llanto, como si verme tan rota la partiera también—. ¿Hasta cuándo vas a seguir así?
No tenía respuestas. Ni fuerza para contestar. Me dejó caer en el sofá y Diana me siguió, como quien acompaña a alguien en el duelo más oscuro.
—La prensa está hecha una locura. Lo de Mathias, los rumores… hoy vi un titular que decía: *“Ana Gutiérrez, la nueva prometida silenciosa del heredero De la Torre.”* ¿Qué demonios está pasando?
Trague saliva. La voz me temblaba, pero aún así hablé
—Yo no hice nada. S