Nuestro momento.
—Mi muñequita ¿te dormiste? — me pregunta Jex al oído y un escalofrío se plantó en todo mi cuerpo, ¡Dios, este hombre! tendré que hablar seriamente con él sobre eso, no sabe lo que me produce el muy, muy…— Dani, tenemos que salir del agua, ya está fría y parecemos viejitos.
El escucharlo decir eso me dejó un mal sabor de boca, si bien estaba comenzando a creer en él, eso no quería decir que creyera que todo esto fuera por siempre.
¡Diablos! a quién engañaba, quería esto por el resto de mi vida, había dado un salto de fe el día de hoy, uno que ni en mis mejores pensamientos lo habría hecho, pero era él. Moví mi cabeza y estiré mis brazos, miré nuestras manos y sí, ya estaban arrugaditas.
—¿Cuánto rato ha pasado?
—Una hora, pero estabas tan cómoda que no quise despertarte.
—Es que la almohada es lo suficientemente cómoda y mullida para no querer despertarse— le dije volteándome para mirarlo frente a frente. Era cierto, lo que había pasado entre los dos no había sido uno de mis sueños lo