Dejar la caja con la píldora fue una de las decisiones más dolorosas que he hecho en la vida, pero era cierto, no quería que ella se sintiera atada a mí y menos por toda esta locura. Ya sabía que me amaba, aunque no me lo haya dicho con esas palabras, pero sí lo hizo con cada caricia, cada beso y cada acto que hicimos anoche.
Yo la amaba y me sentía amado...
Le daría un poco de tiempo, para que lo hiciera, era lo correcto. Terminé de secarme y estaba a punto de bajar a la sala a buscar mi ropa cuando sonó el timbre de la casa.
Apuré mis pasos y estaba a punto de llegar a las escaleras cuando me vi envuelto solo en la toalla.
—¡Diablos! — bajé rápido y fui a la sala, tomé mis pantalones y me los puse como pude, cuando volvió a sonar el ring—¡Ya voy!
Llegué a la puerta, la abrí con cara de pocos amigos y al que me encontré enfrente fue a Rubén muerto de la risa con dos bolsos.
—Menuda noche de bodas atrasada.
—Idiota.
—Toma, galán lo mandan los jefes y apresúrate que los quieren a los d